Gran parte de los niños que nacieron en el siglo XX aprendieron a conocer a Sucre en una moneda, que era la divisa oficial del Ecuador republicano; en su fondo resaltaba el perfil de su faz, nariz aguileña, pelo ensortijado, clásica patilla, de modo que el Gran Mariscal de Ayacucho y Libertador de Ecuador y Perú, era familiar en todos los niveles, más en los niños que sacaban calcomanía del relieve frotando el grafito de su lápiz en un papel.
Muchas cosas costaban solo un sucre y una entrada a los toros en la Arenas, hasta podía valer tres. Parecía que la imagen de Sucre no iba a cambiar nunca, y que el país seguiría honrando al héroe de Pichincha. Pero el sucre desapareció y el águila norteamericana vino a suplir al cóndor. Sucre sin embargo no desapareció en el corazón de los que recibieron siquiera una clase de historia; se veneran sus peregrinos restos en la Catedral Metropolitana y junto a Simón Bolívar, son hoy los patricios de la libertad, la democracia y la dignidad nacional, sujeta con frecuencia a las tempestades que se cruzan en los mares de la incertidumbre, falta de inversión, inseguridad, narcotráfico, politiquería. Un nuevo intento de hacer desaparecer al sucre se cierne ahora bajo la engañosa idea de que el público participe en la toma de decisiones, radicalizado esto a través de los medios masivos, en donde el público vota por los que mejor bailan en la TV, los que deben irse de la casa del Gran Hermano, etc. Esto se llama “crowdsourcing”, o como distribuir un problema a una multitud para que esta devuelva respuestas.
Engañoso el asunto porque es un falso empoderamiento, dado que es una medida de marketing, el contenido es lo de menos: el público ingenuo que vota es vendido a los auspiciantes, se cobra por los espacios publicitarios, mientras que se lanza el fandango mediático. De ahí que no les importa a los del marketing, cuál sea el “nombre”. En este caso del nuevo aeropuerto, bien puede salir Manuelita, Montúfar o Mama Lucha.
Lo importante es ganar aprovechándose de la ingenuidad pública. Este mecanismo de votación encubierta debe ser rechazado, por lo menos para los Grandes Hombres. No puede estar Sucre ni Bolívar ni Alfaro “el mejor ciudadano del país”, y otros dignos representantes de la patria, en los diseños del marketing y de las redes sociales. Desde el fondo del pensamiento antropológico, que ha visto en Europa y en América, los ritos de la llegada de la primavera o de las cosechas, “quemando chamiza”, “saltando la llama”, tanto en Suecia como en Calderón, no puede permitir que el aeropuerto de Quito deje de llamarse “Mariscal Sucre” porque el sacrificado héroe de Pichincha está en nivel sagrado, y no a la par de American Idol Pequeños Gigantes, Busca Talentos, etc. El aeropuerto se mueve, ¡pero Sucre no!