El Aeropuerto Mariscal Sucre, junto con el tránsito vehicular, son los principales generadores de ruido ambiental en la ciudad.
Según el resumen anual de la Secretaría Metropolitana de Ambiente, en la zona norte el promedio diario del ruido está entre 60 y 65 decibeles. El máximo permitido en zonas residenciales es de 50 decibeles (ver tabla).
Para los vecinos del aeropuerto, en especial para los que están en la cabecera norte, el ruido les ha causado hasta problemas de salud. En la calle Gualaquiza, a la altura de la av. De la Prensa, vive Guillermo Carrasco, desde hace 13 años. Su mediagua de ladrillo está a pocos metros de la pista.
Cada vez que un avión despega o aterriza el sonido es ensordecedor. Además del ruido, la vibración provoca que las cosas tiemblen y que corra un fuerte viento por el patio. Allí tiene el taller Mundi Motos, donde labora.
Carrasco, de 53 años, explica que perdió el 60% de su oído. El estar expuesto al sonido de los aviones agravó su caso.
Su vecina Guadalupe Quezada vive en el sector 20 años. Tiene un taller de costura. Entre risas dice que conoce los horarios de salida y llegada de las aeronaves. A las 06:00 se despierta con el primer vuelo del día. Aunque hay veces que a la madrugada también llegan aviones y cortan su sueño. “Me tapo los oídos y luego sigo con mis quehaceres”.
Sebastián Merino ha vivido junto a la cabecera norte 17 de sus 25 años. Él ya se ha acostumbrado al ruido pero reconoce que al principio no es agradable.
Elizabeth Rosero vivió siete años en la calle María Tigsilema, en el lado oriental de la pista. Ahora visita a su madre, propietaria de la tienda de abarrotes Bertita.
[[OBJECT]]
Ella decidió mudarse para evitar daños en la salud de su hijo de 3 años. Para ella, los adultos mayores y niños son los más vulnerables. “Cada vez que pasan los aviones el piso y las paredes se estremecen y las cosas tiemblan. No quiero eso para mi hijo”.
En el mismo lado oriental de la pista vive Ernestina Albuja desde 1995. Su casa de tres pisos es una de las más altas de la ciudadela del Agua Potable, en la calle Rafael Aulestia. Ella también coincide en que el problema más grave de vivir tan cerca a la terminal aérea es el ruido. “En mi familia todos somos un poco sordos”. En el primer piso de su casa se siente con mayor fuerza la vibración de los vidrios de las ventanas.
El traslado del aeropuerto a Tababela alivia a los vecinos de la terminal. No solo por el ruido, al que no se han acostumbrado, sino por el riesgo de accidentes. Carrasco, Merino y Albuja han presenciado varios de ellos.
No hay un estudio que determine la afectación auditiva de los moradores. Hay unos 11 barrios aledaños, entre ellos La Luz, El Rosario, Cofavi y Andalucía.