Para Juan Carlos Ayala, el sábado último fue un día especial. Con una sonrisa llegó a las 08:30, hasta el parque La Carolina con una ilusión: poner a volar el regalo que recibió por el Día del Padre.Sujetaba una caja de aproximadamente 60 centímetros de largo por 40 de ancho. Adentro estaba el avión a escala que su hija María Paz, de 10 años, le obsequió el mes pasado.
Mientras la mayoría de personas veía el partido mundialista Argentina-Alemania, Ayala y su hija aprendieron a maniobrar el pequeño aparato blanco con franjas rojas.
Cada sábado, David Villalva instruye a aficionados del aeromodelismo en el parque. Él mostró a Ayala y a su hija el funcionamiento del avión. Villalva administra el local de Racing Hobbies, que vende aparatos a escala.
Ese fue el primer contacto que Ayala tuvo con el aeromodelismo. Actualmente, esta actividad se practica informalmente en espacios abiertos como los parques La Carolina y el Metropolitano.
Ayala había visto a los aficionados, pero no tenía un avión a escala hasta que lo recibió de regalo. “Es una experiencia espectacular”, comentaba.
Maniobrarlo le costó varios minutos. Villalva, en tono pausado, le explicó el funcionamiento de las palancas del control remoto.
“Tiene un alcance de 800 metros, la limitación es la vista”, le decía con paciencia. Después de 10 minutos, la batería del avión quedó sin carga y el aparato, tambaleándose, empezó a descender.
El sábado, hasta la mitad del parque, a la altura de la Cruz del Papa, también llegaron Fernando Benítez, de 18 años, y su madre, Nancy Erazo, de 43.
El joven, en cambio, se interesó en el aeromodelismo por su proyecto de tesis colegial, relacionado con la aerodinámica. El joven también voló su avión, de las mismas dimensiones. La nueva experiencia le encantó y aseguró que volverá el sábado siguiente.
Según Villalva, los modelos que Ayala y Benítez volaron son para principiantes. Una característica de estos aparatos es que funcionan con pilas. También hay los de motor, que miden 1,40 cm de largo por 1,60 de ancho.
“Si alguien llegara a volar un avión de motor aquí en La Carolina sería una irresponsabilidad. Hay sitios específicos para esta actividad”, reconoce Villalva.
Esta es la preocupación que tiene Pablo Kuri, titular del Club Quito. Este es uno de los tres clubes que funcionan en Quito.
“Los aviones más grandes no son juguetes. Y los parques no son sitios óptimos para volar estos aparatos”, dice Kuri. Sugiere que este deporte debería practicarse en las pistas de los clubes autorizados. Integrar este club tiene un costo: USD 200 por la solicitud y USD 30 al mes.
Con su punto de vista coincide Santiago Guerra, del Club Inca. “Se debe impulsar el aeromodelismo, pero en áreas permitidas. De lo contrario pueden darse accidentes y no quisiéramos que nos culpen a quienes sí estamos organizados”.