Estefanía tuvo la sensación de que iba a morir en el bus de la Cooperativa Flor del Valle. Ella es una joven que sobrevivió al accidente ocurrido la noche del martes 12 de mayo del 2015 al sur del peaje de Oyacoto, en la vía Quito-Guayllabamba. Tras esa experiencia, está agradecida con Dios y, sobre todo, con un desconocido que la salvó de caer en la quebrada. No recuerda su rostro, pero ella lo llama “mi ángel”.
Cerca de las 20:00, minutos antes del accidente, ella subió al vehículo en Carapungo, norte de la ciudad. Preguntó al controlador del bus si le podía dejar en el barrio San Miguel, ubicado en el kilómetro 2 de la Panamericana Norte, y él dijo que sí (el transporte era intercantonal, cubría la ruta Quito-Cayambe). Estefanía subió a la unidad.“Estaba llena así que permanecí de pie”.
El bus hizo la primera parada a pocos metros de su casa, trató de bajar ahí, pero este empezó a moverse. Se acercó hasta la puerta de ingreso y el controlar le dijo que no se preocupara, que la dejarían metros más adelante.
La puerta del bus estaba abierta y ella, cerca. Segundos después escuchó que el chofer dijo: “Se me escapó el aire”. Luego gritó: “Se me fueron los frenos“. El bus avanzó un kilómetro de bajada a toda velocidad, en curva.
Estefanía se abrazó a un basurero, cerró los ojos y se encomendó a Dios. “De esta ya no salgo”, pensó. Tuvo la sensación que iba a morir. Entonces, el vehículo se estrelló contra una valla de seguridad y se volcó sobre su lado derecho.
Esos momentos están confusos en su mente. Lo siguiente que Estefanía recuerda es cuando abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba colgando de algo, su cuerpo estaba a punto de caer hacia la quebrada, solo la sostenían unas latas. Se quedó quieta mientras escuchaba gritos, llantos y la desesperación de los pasajeros. En medio del caos, una persona se acercó hasta la punta de la unidad, y trató de ayudarla. Era su ángel, un hombre de contextura normal. El desconocido logró subir la mitad de su cuerpo y asegurarla. Mientras él la halaba hacia el interior del bus escuchó un estruendo, algo se había roto y su héroe cayó a la quebrada.
Cuando la mayoría de los pasajeros habían sido evacuados, los moradores del sector se acercaron al vehículo para sacarla, con cuidado, por las ventanas.
Luego llegaron los paramédicos, bomberos, policías y equipos de socorro. Al ver tanta sangre, personas mutiladas, entre estas al controlador con el que habló minutos antes, su mente divagó. Caminó de un lado a otro sin saber qué hacer, cuando los paramédicos le atendieron les dijo que un hombre intentó salvarla, pero había caído a la quebrada.
Más tarde, los bomberos confirmaron que cuatro personas fueron rescatadas vivas del desfiladero, pero en el Hospital San Francisco del IESS se confirmó la muerte de uno de los pasajeros. “No sé quién fue, pero no cualquiera arriesga su vida para ayudar a otra persona. Por él estoy viva”.
Estefanía fue uno de los siete pasajeros con menos lesiones de los 46 heridos que reportó el COE Metropolitano. Esa noche murieron tres personas. Luego de que la estabilizaran y suturaran un corte en la pierna derecha se acercó al borde de la quebrada. Allí estuvo casi una hora, con los ojos fijos en un agujero negro; esperaba verlo salir. Pero no vio a nadie. “Me gustaría encontrarlo y agradecerle”, dijo.
Ahora Estefanía se recupera de sus heridas. El mayor trauma experimenta cuando está a punto de dormir. Vuelve a escuchar los gritos de la gente, ve sangre y piensa que está en un bus que ha perdido los frenos. Sabe que debe superarlo, esta misma semana volverá al trabajo en una peluquería y no tiene más remedio que tomar de nuevo un bus, en el mismo sector.