346 proyectos se edifican en Tumbaco

Juan Carlos Osorio.  El carpintero junto a la casa derribada de una quinta de su hermano.

Juan Carlos Osorio.  El carpintero junto a la casa derribada de una quinta de su hermano.

En el valle se entregaron licencias para viviendas en el 2013; las quintas se pierden.

Desde el 2009, el barrio La Morita, a 3 km en el suroriente de Tumbaco, se ha convertido en un nuevo espacio habitacional, otra ciudad dormitorio para profesionales de clase media alta que trabajan en Quito.

La apacible campiña -repleta de pequeñas quintas de 1 000 a 2 000 m2- ha mutado en barrio de fuerte tráfico por sus calles adoquinadas. En varias quintas, donde cultivaban limones, mandarinas, caña de azúcar, aguacates y café, se aprecian modernos conjuntos cuyas casas llegan hasta tres pisos.

De piedra en las fachadas, vistosas tejas de Cuenca y de Loja, amplios jardines y garajes, los conjuntos son atractivos. En cada antigua quinta se levantan entre siete y 12 casas. No son proyectos masivos. Por ello, el costo tiene un promedio de USD 130 000 por vivienda.

Según el arquitecto René Vallejo, secretario de Territorio, en Tumbaco y en Cumbayá hubo un registro, en el 2013, de 687 planos arquitectónicos, de los cuales se aprobaron 346 permisos de vivienda. En el 2012, la cifra fue de 240 permisos.

Enrique Vivanco, PhD en arquitectura por la Universidad de Catalunya, sostuvo que el auge habitacional en Tumbaco se explica por la necesidad de la gente de buscar un ambiente de paz, de menos ruido y contaminación, fenómenos de Quito.

Esto -dijo- a pesar de que las vías al valle soportan un fuerte tráfico, "mas la gente tiene la esperanza que las tres vías alternas, en construcción, lo alivien". Las calles Boyacá y Rumiñahui, largas y sinuosas, en La Morita Baja, son los ejes de este nuevo 'boom' habitacional. La plusvalía, por el cercano aeropuerto, subió: hace un año el m2 de terreno estaba a USD 40, hoy a USD 160.

Se disparó a USD 200, sobre todo en La Morita Alta, hacia el sector del volcán Ilaló.

Juan Carlos Osorio, un carpintero de 44 años, miraba, el pasado sábado, con nostalgia los restos de la casa de ladrillo de su hermano, José Efraín. Pronto vendrá una constructora a levantar siete casas de 130 m2, en el terreno de 1 144 m2, en la calla Boyacá.

Junto a él, Luis Antonio Osorio, el padre, dijo que cultivó la huerta los últimos 40 años, porque también fue agricultor, pero respeta la decisión de José Efraín, quien -según Juan Carlos- vendió a USD 160 el m2.

"El dinero invertirá en una casa en Collaquí". Juan Carlos, alto y de buen talante, "acaso porque mi madre nos alimentaba con el maíz chulpi y el negro, los más nutritivos", da una pista para entender cómo opera el primer engranaje de la eclosión constructiva. "De nuestra madre, María Mercedes Vega, heredamos un terreno de casi 8 000 m2, repartidos entre cuatro hermanos; por eso el terreno de José Efraín -que compró un ingeniero de Cumbayá- quedará en medio de tres quintas, yo y mis otros hermanos no las venderemos".

Juan Carlos palpó aguacates, guabas y limones, como despidiéndose del sitio querido. "Con nada llegaste, con nada te vas", se consoló, al evocar la letra de una canción popular.

Al frente, el ingeniero Antonio Herrera, constructor del proyecto San Agustino, apuntó que hace un año compró 715 m2 en USD 138 000. Cuatro modernas casas están casi listas: tienen 172 m2 y serán vendidas a USD 178 000 por unidad, según Herrera. Él reconoce las bondades: espacios verdes, tres plantas, tres dormitorios máster, jacuzzi en cada casa; columnas sismorresistentes. "Aceptamos financiación del Biess y de otros bancos".

San Agustino se halla escoltado por otros conjuntos nuevos: Casas Lalys (se hicieron hace tres años a un costo de USD 75 000 y San Benedetto -10 casas habitables grandes, medianas y pequeñas).

Por la vereda de enfrente corre el agua de riego de Tumbaco, un sistema que cumplió 80 años. El agua viene de El Pita y sirve a más de 3 000 usuarios. Este rasgo le da el sabor de campo, sin embargo, acaso se afecte por la fiebre de planes de vivienda. Uno de los conjuntos más atractivos y de amplios espacios verdes (1 500 m2) se llama Terrabella, en la misma calle Boyacá.

Ángel Salvador, el administrador e ingeniero mecánico que ofrece servicios a telefónicas, recordó que hace 20 años adquirió el terreno de 6 500 m2 en 14 millones de sucres. "Era buena plata", dijo. Primero construyó una acogedora casa de campo. A uno de los tres hijos le gustó tanto que la cedió y los otros dos se animaron a construir sus casas. Luego se incorporaron amigos de la familia. Hoy el conjunto, de calle adoquinada central, jardines y frutales bien cuidados, comprende siete casas de 270 m2. El costo: USD 180 000 c/u.

Salvador defiende el hecho de que el conjunto lo hicieron con rampas, pensando en las personas con discapacidad. "Pero eso no se ve en ciertos tramos de la calle Boyacá, en la que no hay ni veredas".

En La Morita Alta, hacia el suroccidente, el ingeniero Carlos Estrella dirigía la conexión de agua de la tubería principal, de la calle José Vinueza y Pasaje 1, para el flamante conjunto Magnolia: cinco casas de 171 m2 a un valor de USD 130 000. Según Estrella, acaban de vender 10 terrenos, a USD 200 el m2, para Magnolia II, un paraje dominado por el Ilaló, salpicado de casas blancas y arboledas en sus faldas. Según Vivanco, es imposible detener la construcción en Tumbaco. Reclamó un plan amplio, del Municipio, que contemple la ejecución de avenidas y proyecte servicios básicos para la gente.

Estrella mencionó que cerca de esos conjuntos tres más se encuentran en construcción. En la calle Rumiñahui se edifican proyectos en quintas que antes vendían plantas.

En contexto. El auge constructivo comenzó hace cuatro años, sin embargo, desde el 2013 va en aumento: es común ver en el barrio la transformación de las quintas en modernos conjuntos habitacionales. El costo del m2 de terreno subió de USD 40, hace un año, a USD 160.

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