La Asociación de Iglesias Evangélicas de Indígenas tiene su sede en el Centro Histórico. Foto: EL COMERCIO
Los trajes típicos, las tradiciones y sus creencias los unen. Son el hilo conductor para alrededor de 20 000 indígenas. Ellos están agrupados en 100 iglesias evangélicas y este mes se cumplen 17 años de haber formado, legalmente, la Asociación de Iglesias Evangélicas de Indígenas Residentes en Pichincha.
Además de la fe, la discriminación que sufrían muchos de ellos al llegar a la capital fue uno de los motores que los impulsó para empezar la organización. Al inicio no había más de 25 iglesias y 300 miembros, pero actualmente se han convertido en una población que se hace notar en este sector.
Desde los años ochenta empieza la migración de indígenas y campesinos a la ciudad. Muchos de ellos empezaron a dejar sus comunidades y sus pueblos ancestrales, para buscar trabajo en las urbes. Se encontraron, en muchos casos, con hostilidad y los niños no querían usar los trajes típicos por temor a las burlas.
José Khipo, presidente de la organización, relata estas escenas no con tristeza, sino con un semblante alegre y con orgullo de, como dice, haber logrado que indígenas de Chimborazo,
Imbabura, Cotopaxi, Loja y otras provincias tengan un punto de encuentro: una casa patrimonial de las calles García Moreno y Oriente.
Allí, en el corazón de la urbe, sesionan, se capacitan, se apoyan y comparten sus danzas y los alimentos que llevan.
“Ser cristianos no quiere decir que hemos olvidado nuestras tradiciones ancestrales”, comenta el dirigente.
Tampoco están alejados de la actualidad del país. Este mes, por ejemplo, pastores de los templos y miembros recibieron una charla sobre el Código Orgánico Integral Penal.
La organización también brinda apoyo legal, mediación de conflictos, problemas intrafamiliares, entre otras cosas, a sus integrantes.
Solo en el Centro Histórico hay alrededor de 30 iglesias evangélicas. Una de estas es la ubicada en las calles Cuenca y Mideros, donde hay capacidad para 580 personas.
De los alrededor de 40 000 habitantes, el 13% son indígenas en el Centro Histórico.
Las calles Ambato, Chimborazo, Loja, Cuenca e Imbabura son algunos de los puntos, en los cuales hay gran concentración de indígenas evangélicos.
Su presencia es notoria y lograron estabilizarse económicamente con negocios. Hay desde tiendas sencillas hasta boutiques que atienden, sobre todo, a extranjeros.
Por ejemplo, en la intersección de la calle Venezuela y 5 de Junio se han abierto locales de venta de bizcochos, manjar de leche y queso de hoja.
Rebeca Guacho, de Chimborazo, vive en Quito desde hace 24 años y es parte de la agrupación. Ella ha salido del país llevando sus costumbres y tradiciones. Dos de sus tres hijos son chilenos.
Rebeca fue una de las asistentes a la capacitación legal que recibieron miembros de la asociación. En el receso, esta mujer fue la encargada de entregar los refrigerios para los “hermanitos” que asistieron.
El patio de la casa patrimonial que, según Khipo, fue dada en comodato a la entidad, se llenó de risas y las conversaciones de los asistentes. En ese mismo lugar se preparan las comparsas y otras actividades que realizan los miembros de la Asociación.
También tienen un coro que canta en ocasiones especiales. Como parte de las actividades, una vez por mes hacen encuentros culturales.
Los principales escenarios para los encuentros, explica Khipo, son el barrio La Vicentina y el estadio de Sociedad Deportiva Aucas. En estos lugares concentran un mínimo de 3 000 personas.
El pasado fin de semana, por el aniversario, la cita fue en el Coliseo Cordero de Dios, en La Vicentina, desde tempranas horas en la mañana
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Alabar, exaltar el nombre de Dios y fortalecer la unidad de los pueblos indígenas son los objetivos del grupo.
Además, en el Centro hay negocios como cooperativas para los indígenas. Los préstamos van desde USD 500 a 10 000 con un interés del 14% anual.
La organización de las Iglesias Evangélicas Indígenas es sólida y permite recibir entre sus miembros a personas de Cayambe, Rumiñahui y Mejía, cercanos a la capital.
En Quito, también hay otras asociaciones de indígenas y servicios que tienen, como en el sector de La Mena 2, donde este año se inauguró el Centro de Formación y Capacitación de la Unión de Organizaciones Indígenas de Cotopaxi Residentes en Quito.
De esta forma, en distintos ámbitos, los indígenas son parte del diario vivir de la urbe, de sus dinámicas, del comercio, de la educación y de la fe.
En el Centro, son los vecinos del patrimonio y conviven en plazas, iglesias y negocios.
Ahí se abren campo en una ciudad que los recibe.