Con una emoción irrefrenable, que se refleja en sus rostros, los niños de tercero de básica del Colegio Córdova levantan y apuntan sus dedos al cielo. A unos 3 metros de altura, la emplumada y colorida cabeza de un papagayo amarillo se asoma desde un cajón de madera. El ave mueve la cabeza.
Desde marzo, el aviario del Zoológico de Guayllabamba es el hábitat de 22 aves de 16 especies. Es una pequeña muestra en relación con las más de 1 600 variedades que existen en el país.
Diego Guzmán, mediador del Zoológico, explica que este es el primer aviario de inmersión en el Ecuador. Es decir, que por unos minutos cada persona atraviesa un pedazo de selva tropical, en el cual tiene la oportunidad de disfrutar de un contacto con las aves que residen en ese espacio.
Camuflados entre las ramas de los árboles, los loros de cabeza azul, frente roja y alas anaranjadas casi se escabullen a la mirada de los visitantes. El ruido llama la atención de Penélope, una pava de monte que sale al encuentro y se posa sobre un tronco junto al sendero. Kathya Ávila, profesora de inglés, aprovecha para captar algunas fotografías.
Aunque no están en peligro de extinción, Guzmán cuenta a los niños que la tala de bosques y la comercialización ilegal incrementan el riesgo para estas y otras especies. Para él, este tipo de acercamiento también ayuda a sensibilizar a jóvenes y adultos sobre el cuidado del ambiente.
Casi a la salida se aparece sobre una rama un tucán de largo pico, cabeza negra y pecho blanco, “es parecido al de la película de Río”, comenta uno de los alumnos.
El aviario es solo una de las siete principales atracciones del Zoológico. Guzmán calcula que un recorrido completo puede durar hasta tres horas y el visitante se encuentra con 35 especies animales. El cóndor andino es una de las aves emblemáticas, pero el león africano es el favorito de Marcelo Miranda, de 6 años. “Me gusta cuando ruge”.
Para Ávila, la visita al Zoológico también se transforma en una herramienta para reforzar los conocimientos. En el programa educativo Mis Amigos de la Granja, los niños de entre 4 y 6 años aprenden a diferenciar entre animales silvestres y domésticos. En esta área, los estudiantes del Colegio Córdova se sientan en círculo para ver, acariciar y alimentar a un inquieto conejo pardo. Frente al corral de las ovejas, Guzmán pregunta: ¿Las ovejas serán animales silvestres o domésticos? “Domésticos”, contestan en coro.
Al caminar por los senderos, de repente, el cálido clima del valle de Guayllabamba cambia bruscamente. La temperatura desciende y en lugar de plantas con hojas delgadas aparecen otras con hojas anchas, propias del bosque andino. Los bosques andinos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia contienen más de 45 000 especies de plantas y 3 400 vertebrados.
Luego de cruzar esta parcela de selva andina, los turistas pueden caminar hasta el mirador, con una vista privilegiada del valle.
La vida en el Zoológico no se detiene en la noche. En el safari de animales nocturnos, los más intrépidos visitantes se entretienen con el espectáculo de vida silvestre. Antes de la caída de la noche, se preparan varios bocadillos de carne que se cuelgan en los árboles para que el jaguar y las leonas, guiados por el olfato, trepen para alcanzar el aperitivo.
El cantar de los búhos y el croar de las ranas ambientan el recorrido nocturno, que termina alrededor de una fogata con cuentos y leyendas de la selva. Así se vive otra experiencia en el Zoológico.