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150 años del Sagrados Corazones

En un antiguo monasterio del Centro Histórico funciona el Colegio Sagrados Corazones. La puerta de ingreso, por la calle Bolívar, es pesada y de madera. Está asegurada con picaportes y cerrojos que se incrustan en el piso y tumbado.

Un pequeño zaguán conduce al patio. El contorno arquitectónico recuerda a los conventos de la ciudad: pilastras de piedra que sostienen a amplios arcos de adobe, espaciosos corredores con piso de piedra tallada y paredes y tumbados blancos.

La segunda planta es más contemporánea. Debajo de los arcos se colocaron ventanas de vidrio, con marcos de madera. El piso es de tabla bien lacada y las macetas grandes de barro cocido adornan el ambiente, con geranios multicolores. Más al fondo están las celdas donde vivían las religiosas de la congregación.

Son 16 cuartos que ahora mantienen sus puertas cerradas, porque ya nadie los ocupa. Las seis monjas que ahora viven allí tienen habitaciones más amplias.

Adentro también hay una capilla con retablo barroco. En el altar resalta un lienzo del Sagrado Corazón de Jesús, que es una réplica del pintado por Antonio de Salas, en 1946. Al pie del cuadro hay una escultura del Cristo Crucificado, rodeada de una especie de pilares tallados en madera y recubiertos con pan de oro.

En la parte posterior del templo hay unas vetustas gradas de madera, en forma de churo. Conducen al altillo, donde hay un órgano traído de París en 1860, que aún funciona. El edificio fue construido en 1685, para la apertura del Colegio Mayor de San Fernando, el primer establecimiento seglar de humanidades, en la historia del Ecuador. Luego se instalaría la conocida Universidad Santo Tomás de Aquino.

En sus relatos Jorge Salvador Lara destaca que, en su momento, ese edificio fue el centro de estudios de Eugenio Espejo, José Mejía Lequerica, José Joaquín de Olmedo, entre otros. El martes pasado, niños y jóvenes se paseaban por los amplios corredores.

Andrea Terán, estudiante de quinto curso, recordaba que el Colegio Sagrados Corazones se abrió el 2 de julio de 1862, con la llegada de la congregación al país. “Aquí aprendemos valores para convivir en armonía”.

Luisa Piñuela, ex alumna del colegio, recuerda que antes de graduarse tuvo que preparar toda una canasta para recibir a un bebé. Le enseñaron a tejer la ropa y se alistó para ser madre.

La comunidad educativa empezó los festejos del año jubilar, pues en julio del 2012, la institución cumplirá 150 años de formar generaciones. Es el primer colegio femenino que se abrió en el país. Un grupo de ex alumnas hace obra social, apoya a una guardería para niños de escasos recursos y promueve la fe en los sagrados corazones de Jesús y María.

Pasando las habitaciones y el área social de las seis monjas que aún viven allí, se llega a una especie de zaguán, oscuro y flanqueado por tríplex. Este conduce a la cúpula de la iglesia, enclavada entre tejados y paredes de adobe.

Desde ese lugar se tiene una impresionante vista del Centro Histórico. Se pueden mirar las torres de la Basílica del Voto Nacional y la Virgen del Panecillo.

Niñas y jóvenes entran y salen de la biblioteca. Es un lugar acogedor, con muebles y pasamanos tallados en madera, que separan el área de estudios del área donde reposan los libros.

En el patio principal hay bulla. Unas niñas corretean tomadas de la mano, en los pilares de piedra hay placas de reconocimiento a ex alumnas destacadas y las monjas pasean por los corredores.