Quito es un destino que atrae a los venezolanos por trabajo y turismo

En Mi rincón venezolano se hospedaron Cruz Cazorla, Viviana Salas, Maritza y José Mogollón y Francisco Ledezma. Foto: Jenny Navarro/EL COMERCIO

En Mi rincón venezolano se hospedaron Cruz Cazorla, Viviana Salas, Maritza y José Mogollón y Francisco Ledezma. Foto: Jenny Navarro/EL COMERCIO

En Mi rincón venezolano se hospedaron Cruz Cazorla, Viviana Salas, Maritza y José Mogollón y Francisco Ledezma. Foto: Jenny Navarro/EL COMERCIO

Al principio los venezolanos residentes en Quito se muestran parcos. Bastan unos minutos para que entren en confianza y su alma llanera se muestre: alegre y bromista, dicharachera, franca y cordial.

Se integran al paisaje de Quito; unos desde el 2003 y otros, la mayoría, en los dos últimos años, a raíz de la crisis económica que sacude a la potencia petrolera de Sudamérica.

Tres factores motivan la emigración de venezolanos a Ecuador, en especial a Quito: la crisis económica signada por la escasez de productos y un dólar sin control, la ­inseguridad, y los conflictos políticos y sociales.

Son los temas más comentados en varios sitios de Quito, frecuentados por venezolanos. Por ejemplo en Naguará, uno de los restaurantes venezolanos más grandes y concurridos de Quito. Situado en la av. República de El Salvador y Moscú, ofrece 11 variedades de arepas, el bocado más popular de ese país (viuda, catira, sifrina, reina pepiada...); 12 entradas (patacones, cachapa mixta…); y nueve platos fuertes (asado negro, pescado a la plancha…).

El lugar es atractivo: de amplios ventanales que ofrecen una vista a esta calle de grandes edificios, zona bancaria y financiera, en la que es común encontrar a ciudadanos chinos y a los venezolanos.
Roger Cárdenas, el diligente dueño, llegó en el 2003, por el azar: en un sorteo de TV ganó un boleto aéreo para visitar Quito.

Le encantó, como a la mayoría de llaneros, la capital y su clima templado, las montañas, los valles aledaños, y, más que todo –dice-, la calidez de la gente. Cárdenas, ingeniero industrial de 36 años, trabajó como profesor de tenis, en La Carolina y en el Rancho San Francisco (2003-2007).

Con los ahorros del tenis y otros ingresos instaló Naguará, mediante una inversión de USD 40 000.

Por su trato diario con venezolanos –ejecutivos, estudiantes, comerciantes, etc.- sostiene que en Ecuador residen alrededor de 10 000 venezolanos. La mayoría en Quito, otros en Guayaquil. “En el 2003 había solo dos familias en Cumbayá; los padres trabajaban en informática; en los dos últimos años –por la grave crisis de mi país- la emigración creció”.

Marianela Brito, dueña del restaurante Cocoroco (ave. 6 de Diciembre y calle El Batán) coincide con Cárdenas al precisar que los venezolanos en Quito, sobre todo, y en Guayaquil, llegan a los 10 000. Este Diario envió cartas electrónicas al Consulado de Venezuela en Quito, para precisar el número de residentes de ese país, y no hubo respuesta. Lo mismo hizo ante la Gerencia del Proyecto de Fortalecimiento Institucional de Unidades de Control Migratorio del Ecuador (Pfiucm) y no respondió.

Sí fue posible constatar –en el Ministerio de Turismo- el gran incremento de turistas venezolanos desde el 2000 hasta el 2014 (ver recuadro). Asimismo, en la página web del Ministerio del Interior se menciona que, según las estadísticas del Pfiucm, en 2014 se atendió a unos 1 558 121 extranjeros que ingresaron al país, lo que significa un crecimiento del 14%, con relación al 2013, que fue de 1 366 847. “Este es el resultado del fomento al turismo que ha efectuado el Gobierno”, dijo César Salvador, gerente del Proyecto de Control Migratorio.

Los extranjeros que más visitan Ecuador –se dice en esa página- proceden de Colombia, con un registro del 24,12%; Estados Unidos, con el 16,66%; Perú, el 11,28%; Venezuela, el 7,69%; España, 4,34%; otros países, el 35,91%. Cárdenas y Brito apuntan otra coincidencia: la mayoría de compatriotas trabaja en el sector petrolero, sobre todo privado, por la experiencia que tiene Venezuela en la extracción del crudo, desde los años 50, 60 y 70, cuando hubo el primer ‘boom’, en el gobierno de Carlos Andrés Pérez.

El ingeniero químico Héctor Rangel asesora a la empresa petrolera Sertecpet. En un reportaje anterior, publicado en este Diario, se dijo que Rangel instaló O’Clock, un almacén de relojes en el Centro Comercial El Recreo. Graduado en la Universidad de Oklahoma y en la Central de Caracas, está a gusto en Quito. Igual, Margarita (pidió omitir el nombre), caraqueña de 32 años, experta en perforación de pozos que trabaja en una compañía privada.

A raíz de la huelga de Pdvsa, la poderosa estatal petrolera venezolana, en el 2003, 19 000 técnicos y administradores fueron despedidos. La mayoría viajó a Colombia, Ecuador, Argentina, y otros países, dice Brito, quien ofrece bocados de su país y Ecuador en Cocoroco.

En el sofocante mediodía entra a Naguará Héctor Carrillo, ingeniero en Telecomunicaciones, de 28 años, quien estudió en la Universidad Fermín Toro, de Barquisimeto, estado de Lara. Acaba de llegar con un fin: crear una empresa de telecomunicaciones corporativa, llamada Telcorp, de Internet inteligente (información confidencial para ciertos departamentos). Ya tiene una oficina en el edificio Diamond, de la av. República de El Salvador. Vive en la av. Orellana.

Juan Diego Humpienes, motivador social, mantiene un espacio radial diario (08:00) en Radio Francisco Stereo.

Vive en Lumbisí. Desde hoy, hasta el 28 de marzo, Juan Diego actuará en ‘Lo canto y lo cuento’ (Asociación Humboldt, jueves y viernes 20:00, sábados, 18:00). Son mensajes en los que mezcla poemas de Borges, Cabral y Benedetti.

Los estudiantes venezolanos están en Quito. En la Universidad Central son 23 alumnos. Lo dijo Jorge Ortiz, director general Académico.

En la U. Andina Simón Bolívar: 10 en varias especialidades; en la Flacso, 11 (3 de doctorado y 8 de maestría). En una bella casa de la Carrión y 9 de Octubre funciona el hostal Mi Rincón Venezolano. Las 10 habitaciones están repletas. Jennifer Itriago, la gerenta, afirma que llega un promedio de ocho venezolanos. Unos vienen por turismo. Otros, como Jonathan Riera, no descartan vivir aquí.

Los huéspedes, como Viviana Salas, Francisco Ledezma, y otros, se aprestan a pasear por el centro quiteño. Les agrada la seguridad que se siente.

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