Ciudadanos venezolanos en un campamento improvisado en las avenidas Eloy Alfaro y Galo Plaza Lasso, sector del terminal de Carcelén. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
“No nos resistimos a irnos de aquí, solo queremos que las autoridades nos apoyen y nos reúnan a quienes vivimos aquí en un solo lugar”. Este fue el
mensaje de Alfredo Guerrero, quien dice ser uno de los administradores del campamento localizado frente a la terminal de Carcelén. Guerrero habló a nombre de un grupo que afirma es de 125 venezolanos y “viven allí”.
La mañana de este jueves 23 de agosto del 2018, ellos estaban preocupados. La razón: hoy finalizan las jornadas de socialización anunciadas por la Secretaría de Inclusión de la Alcaldía y que cuenta con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Los funcionarios les indicaron que no pueden continuar allí y que deben pasar a los centros temporales de tránsito (CTT) que habilitó el Cabildo o al Albergue San Juan de Dios, para pernoctar en condiciones más dignas.
Debajo de las covachas, los ciudadanos venezolanos mantuvieron una reunión con la gente del Municipio y ACNUR, quienes les pedían que voluntariamente salgan de allí ya que ese lugar no presta condiciones para vivir. Incluso les apertaron sobre la necesidad de precautelar la salud de los niños. “No pueden estar aquí, no son condiciones. Ya les he dicho varias veces, los infantes no pueden mantenerse aquí”, les decía una funcionaria.
Guerrero manifestó que sus compatriotas no quieren irse a otros albergues porque no hay condiciones. Ante eso, “todos nos queremos ir a un solo punto (…). Aunque sea un galpón, allí estaremos todos hasta trabajar para poder arrendarlo”.
Calcula que allí viven 125 personas, distribuidas en 40 carpas. Cada día llega un promedio de entre 40 y 50 migrantes llaneros. La mayoría se va a Perú, Chile y Argentina.
“No nos queremos ir a un lugar que nos saquen a las 05:00 como nos ocurre en los albergues, con maletas y todo, eso es imposible”, dijo Guerrero. Sus
compatriotas le apoyan en el pedido de que los trasladen a un mismo lugar.
Jonathan Rodríguez vive en el campamento de Carcelén y sobrevive de la venta de cigarrillos. Le preocupa que en los CTT solo pueda quedarse hasta cinco días porque en ese tiempo es difícil conseguir empleo y un sitio definitivo para establecerse. “¿Qué vamos a hacer? ¿Volveremos nuevamente a la calle? No es que nosotros no queremos irnos, simplemente no hay alternativas”.
Lo mismo opina Edward Campos, quien no está de acuerdo con la reubicación. A su juicio, el tiempo de estadía en los CTT es muy corto y no alcanza para conseguir trabajo digno, ahorrar dinero y luego arrendar una habitación. Estuvo en el albergue San Juan de Dios, cumplió los 15 días de estadía, pero no alcanzó a juntar lo suficiente para irse a otro lugar.
Liliana Martínez vive lo contrario. Llegó hace tres meses a Quito y ahora renta un pequeño departamento en Llano Chico, norte de la ciudad, junto a sus parientes. Ella es la única que labora y los mantiene. Su hijo ha conseguido empleo como ayudante de albañilería, pero no le han pagado. “Con el desalojo no estoy de acuerdo. No nos gusta vivir en este campamento. A mí también me tocó dormir acá. Tuve suerte y logré trabajar. Nos llevaron a un albergue nos sacaron a los tres días”.