La basura se acumula en las calles aledañas a la feria informal, frente al Camal Metropolitano, en La Ecuatoriana (sur de Quito). Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO
En una esquina una mujer corta un trozo de carne tendido sobre una mesa de madera, con la misma mano con la que minutos atrás recibió unas monedas. Frente a ella, pasa un joven empujando una carretilla cargada con patas de res que es asediada por una decena de moscas. Junto a la vereda hay un balde con tripas y vísceras que pronto serán servidas en un plato, mientras un hombre carga sobre su espalda enormes pedazos de cerdo.
Todo esto ocurre en plena vía pública, en la calle Camilo Orejuela, frente a la Empresa Metropolitana de Rastro, en Turubamba de Monjas 2, donde cada semana se faenan al menos 1 700 animales entre reses, chanchos y borregos. En las calles aledañas al camal se levanta una feria informal.
Donde hasta hace 20 años, solo había terrenos baldíos hoy existe una zona comercial con casas y negocios. Todas las viviendas tienen locales en frente. Algunas , incluso, habilitaron puestos en los garajes, en los patios. En tres cuadras existen al menos 46 carnicerías y decenas de vendedores ambulantes que hacen feria los días de mayor faenamiento: lunes, miércoles y viernes.
Esos días, a las 04:00, el camal empieza a brindar su servicio a mayoristas, quienes luego de faenar una res salen a distribuir la carne en camiones. Hasta ese punto, se cumplen las normas higiénicas y se respeta la cadena de frío, pero en otros casos, el camión cruza la puerta de la empresa de rastro , y empiezan las fallas.
Mauro Mendoza, gerente General de la empresa , explica que el animal comienza a descomponerse el mismo instante en el que muere. Por eso la importancia del frío, para que las bacterias no proliferen. Pero en las afueras hay puestos que exhiben las vísceras en la calle. “Es que al cliente le gusta tocar antes de comprar”, explica una de las vendedoras, quien trabaja allí desde hace 12 años.
Nadie tiene la cifra exacta de cuantos vendedores hay. Unos dicen que son 40, otros 60. Algunos incluso aseguran que pasan de los 80. Los más antiguos llegaron hace 16 años. Hortensia de Arboleda es una de las primeras. Dice que piensan hacer una asociación. Ella y 20 compañeros tienen uniforme y dice que cumplen con normas de limpieza, pero admite que mucha gente llega y vende sin cuidar el aseo. Pide control para evitar que más gente venda en la zona.
En la parte frontal de la vía de tierra donde trabajan hay fundas rotas que dejan a la vista huesos y carne en descomposición. Ahí, cerca de ocho perros callejeros se dieron un festín el lunes pasado (6 de noviembre).
Justamente la presencia de animales es uno de los principales problemas. Mendoza asegura que el desorden y la suciedad hacen que proliferen no solo perros, sino ratas y moscas. Estos animales logran ingresar al camal y es necesario llevar a cabo trabajos periódicos para eliminar las plagas. El camal invierte USD
150 000 al año para deshacerse de ellos. Hacen intervenciones en las 14 hectáreas que tiene el camal, cada 15 días.
Además, en la calle hay desperdicios de legumbres, escombros, plásticos… Emaseo hace la recolección tres veces por semana en esa zona, y cada día recoge 13 toneladas de basura, lo que incluye huesos, tripas y más.
La actividad no molesta a todos los vecinos. Dicen que es bueno encontrar de todo a la vuelta de la esquina. Incluso, piensan que gracias a eso pueden trabajar. María Rosas vende papas y pollos desde hace 10 años en la feria. Al día reúne hasta USD 100 con lo que mantiene a su familia. No le molesta el desorden, sino la inseguridad. Los últimos tres meses, dice, aumentaron los asaltos.
Los días de feria también llegan personas de otros barrios. Gonzalo Cajas vive en Solanda pero acude al lugar para hacer carreras.
Pulpa, hueso, costillas, hígado, guatita, librillo tripas, huevos, chinchulines, papas con cuero… Se encuentra de todo en esta zona donde, según los compradores, es más barato.
Mendoza asegura que no está mal esa industria pero hace falta control. “Hay un problema de salud pública muy fuerte”, sentencia.
Mendoza cuenta que pidieron un contenedor de basura en la zona, pero lamentablemente allí no hay circuito de recolección mecanizada. El camal construyó una plataforma y Emaseo puso tres contenedores pequeños. Pero ese mismo día se llenaron de llantas, materiales de construcción colchones, huesos y comida. Se desfondaron y dañaron.
Los vecinos cuentan que Emaseo hace la limpieza del lugar adecuadamente, pero al día siguiente, la basura y la sangre vuelven a las calles.
Johana Aguirre, supervisora de la Agencia Metropolitana de Control, explica que se han hecho dos operativos en esa zona en este año y aclara que actúa de acuerdo a los pedidos y denuncias que reciben.
Aguirre asegura que a partir de este mes se incrementarán los operativos.