Solo el 35% de radares de velocidad vehicular funciona en Quito

El fotorradar de la avenida Simón Bolívar, a la altura de Puengasí, no tiene cámara y el panel permanece apagado. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

El fotorradar de la avenida Simón Bolívar, a la altura de Puengasí, no tiene cámara y el panel permanece apagado. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

El fotorradar de la avenida Simón Bolívar, a la altura de Puengasí, no tiene cámara y el panel permanece apagado. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

El límite de velocidad en vías periféricas de Quito como la Ruta Viva, la Simón Bolívar, la Panamericana o la Mariscal Sucre es de 90 kilómetros por hora, pero el incumplimiento de esta norma obligó desde el 2015 a colocar 18 fotorradares en puntos estratégicos.

Sin embargo, ahora solo siete de ellos están funcionando. Asimismo, de los cinco radares móviles que los uniformados de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) utilizan en los operativos en las vías, solo uno está funcionando.

Los 11 radares fijos presentan destrucción parcial o total, debido a los ataques vandálicos que se registraron en las protestas de octubre. A mediados de noviembre, los siete radares que aún operan recibieron mantenimiento, pues registraban fallas por las agresiones recibidas en esos días. Entre los problemas detectados están afectaciones en la alimentación de energía o de los sistemas para transmisión de datos.

Ubicación de los radares que funcionan en Quito:


Costo de radar por unidades:

USD 41 160

Plazo para la reposición:
Entre 30 y 60 días

Ahora, en puntos de la Ruta Viva como el sector de Lumbisí solo se ve la estructura metálica que soportaba el panel informativo del radar. En la entrada a El Arenal está intacto el letrero que anuncia un fotorradar a 300 metros, pero al llegar al sitio no hay nada.

Cerca del ingreso al aeropuerto Mariscal Sucre, en Tababela, solo uno de los dos radares se enciende, pero no funciona correctamente. En la Ruta Viva quedaron inutilizados cuatro dispositivos.

Situación similar ocurre en la Simón Bolívar. De los ocho radares únicamente quedan dos activos. En el sector de Puengasí, por ejemplo, hay uno con el panel apagado y sin la cámara que registra las imágenes de las fotomultas.

En esa vía que conecta el norte con el sur de la ciudad desde su borde oriental solo están operando el radar del sector La Hormigonera y uno de los dos de la prolongación de la Simón Bolívar, en sentido Carapungo-Mitad del Mundo.

Esa vía se conecta también con la Panamericana Norte. El radar en sentido sur-norte también se averió. Solo en la Mariscal Sucre, más conocida como Occidental, continúan activos los cuatro radares a la altura de la Mañosca y del sector de la Machala.

Juan Manuel Aguirre, director de la AMT, explica que hizo el reclamo a la empresa de seguros para la restitución de los 11 fotorradares destruidos. Cada uno cuesta USD 41 160.

El funcionario, quien asumió el cargo hace 46 días, señala que la Agencia no contaba con recursos para una nueva compra, pero se tomará en cuenta el tema para el presupuesto del 2020. “En la Ruta Viva he visto ya dos accidentes que se van contra los postes. Lamentablemente, la gente está manejando de una manera muy irresponsable porque se pasan del límite que ya está establecido”, puntualizó.

Si bien los límites de velocidad deberían ser respetados sin necesidad de equipos como estos, Gorki Obando, gerente de Aneta, dice que deben usarse principalmente como un mecanismo preventivo frente al exceso de velocidad. “Son más orientados a propiciar el respeto que a sancionar y no deben considerarse como elementos punitivos”.

El experto en educación vial y conducción segura explica que estos aparatos fueron ubicados, con criterio técnico, en lugares donde históricamente había accidentes. Pero considera que se puede aprovechar la coyuntura actual para hacer una evaluación y definir si la cantidad de fotorradares es suficiente, si se deben volver a colocar estos dispositivos en los mismos sitios donde estaban o si se debe reubicarlos.

Obando señala que la ausencia de radares posibilita que los conductores que circulan sin conciencia ni responsabilidad se excedan en velocidad. Y esto ocurre porque la reacción psicológica de los conductores en el país al ver un radar, no es evaluar el riesgo sino de temor ante una sanción económica. Por eso cree que la solución a este problema es trabajar en educación vial para generar cambios culturales.

De momento, la AMT trabaja en un convenio con su par en Guayaquil, para contar con radares móviles la próxima semana. Aguirre dijo que allá tienen 300 equipos. Pero subrayó que no se quiere tener una ciudad sitiada con radares, sino con la cantidad necesaria.

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