El primer plan sólido para pensar a la urbe se delineó en 1942. A mediados del 2017 se conocerá un proyecto hacia el 2040.Foto: Archivo EL COMERCIO
En 1973, el Concejo Municipal de Quito no se puso de acuerdo para aprobar el Plan Quito. Este estudio era el gran eje de planificación a 20 años (1973-1993) para una ciudad que cambiaba por las migraciones, en pleno ‘boom’ petrolero. Esta es quizá la muestra de cómo influye de manera negativa la política en la planificación.
El Plan Quito contenía una visión polémica para la época, ya que trataba de expandir la ciudad más allá de su suelo natural, es decir, por fuera del valle de Quito. Al no aprobarse, la capital acumuló problemas que se fueron ajustando poco a poco hasta que solo en 1981 fue aprobado. Por ejemplo, desde esa época se consideró que el nuevo aeropuerto debía estar en Tababela.
Esta capital perdió ocho años de planificación por un desentendimiento a escala política. Pablo Beltrán, experto en economía y política pública, es catedrático de la Universidad San Francisco y cree que la planificación urbana siempre va a estar afectada por el factor político.
“En la toma de decisiones políticas públicas -dice Beltrán-, una de las grandes dificultades es equilibrar el proceso político. Siempre hay que pensar en quienes van a votar y en base a ello hay que idear las formas de presentar las propuestas para que sean aceptadas. Por lo tanto, no siempre estas propuestas responden a una necesidad técnica, sino a una necesidad política. Es decir, la propuestas van a estar y diseñadas para que le gusten al Concejo Municipal”.
John Dunn es experto en planificación urbana. Destaca que Quito tuvo un gran plan de desarrollo en 1942, el cual funcionó adecuadamente. Se trata del Plan Jonnes Odriozola, que fue realizado por el arquitecto uruguayo del mismo nombre. Su planificación se basó en una división funcional de la ciudad, a partir de tres actividades: vivienda, trabajo y esparcimiento.
“Ese plan permitió que la ciudad creciera acomodándose a la irregularidad topográfica del valle de Quito -dice Dunn- y dispone de una serie de vías principales y secundarias que se adaptan al terreno. Estas diagonales que tenemos dentro de la trama de la ciudad, el cruce de la República y la Orellana, la Atahualpa, la República, al no ser perpendiculares como las vías del Centro Histórico, son suaves para transitar, tanto para los peatones como para los automóviles, y despejan el tránsito”.
Luego del traspié que significó para la ciudad que no se haya aprobado el Plan Quito en la década de 1970, esa tendencia se ha ido diluyendo, a decir de los exalcaldes de la capital.
“Había diferencias, pero logramos compaginar con los concejales, todos entendieron que era un servicio a la ciudad, así que pudimos superar el partidismo, a pesar de que había representantes de cinco partidos”, recuerda Rodrigo Paz, alcalde entre 1988 y 1992.
“He estado en tres concejos diferentes. Si bien teníamos un conjunto de ‘contreras’, y teníamos un enfrentamiento político entre la Izquierda Democrática y la Democracia Popular, el momento en que trabajábamos por la ciudad teníamos un entendimiento absoluto”, dice Roque Sevilla, alcalde entre 1998 y 2000.
De alguna forma, Roque Sevilla habla de esa cierta forma de apoyar los proyectos de las alcaldías anteriores. Por una parte, Rodrigo Paz adelantó el Trole y Jamil Mahuad lo inauguró, luego Roque Sevilla inició las negociaciones para la salida de los comerciantes del Centro Histórico, “a pesar de que Paco en su campaña no estaba de acuerdo”, agrega Sevilla.
En la alcaldía de Moncayo, en 2001, se aprobó el Plan General de Desarrollo Territorial. Ese plan, que tiene una matriz de 20 años, retomó las ideas de un plan de centralidades que fue descrito en 1993. Las centralidades cambian el modelo de una concentración de actividades en el hipercentro de Quito hacia otros lugares.
Según el alcalde Mauricio Rodas, las centralidades seguirán siendo el modelo del plan que a mediados de 2017 presentará el IMPU (Instituto Municipal de Planificación Urbana) con miras al 2040.
El nuevo Plan de Quito tendrá un marco institucional fuerte, ya que se ha creado el IMPU. Además, estará alineado en las nuevas agendas urbanas discutidas en Hábitat III y tendrá que ver con el desarrollo sostenible, “para crear una ciudad moderna y más humana. Se trata de construir una ciudad más densa para lograr que en las nuevas centralidades una persona pueda encontrar trabajo, recrearse, en un perímetro reducido”, señala el alcalde Rodas.
El arquitecto John Dunn cree que Quito tiene que resolver la concentración mononuclear más allá del plan de centralidades. “Lo que hay que evitar es que los valles sean una zona de proyectos inmobiliarios. Falta un plan como el de Jonnes Odriozola para los valles”.
Visto así, establecer pautas para la ciudad del futuro parecería que queda únicamente en manos de políticos. Sin embargo, Pablo Beltrán, de la Universidad San Francisco, cree que no debería ser así. “Para cambiar el pensamiento de los políticos que están al mando hay que cambiar el pensamiento de los votantes. Lo que se requiere en Quito es crear una cultura política para que los jóvenes busquen la verdad con un activismo político, un activismo bien hecho que permita involucrarse en las necesidades de la población”.
Por su parte, el alcalde Rodas explica que el plan al 2040, presentado en Hábitat III ,será debatido por los ciudadanos y será presentado oficialmente a mediados de 2017.
Los planes
1942
El Plan Odriozola configura el espacio en tres zonas: clase obrera al sur, clase media en el centro y sectores de altos ingresos en el norte.
1967
El Plan Director de Urbanismo Guía del uso de suelo de Quito. Desarrolló un reglamento de zonificación la fabricación de retiros y alturas de edificación.
1981
El Plan Quito era un instrumento de ordenamiento urbanístico para controlar el desarrollo físico espacial de la ciudad y su área metropolitana.
1993
El Plan de Estructura Espacial Metropolitana. Nueva estructura de ciudad policéntrica, que permita la desconcentración del espacio central urbano.
2001
Plan General de Desarrollo Territorial determina los lineamientos de política y las intervenciones de clasificación de suelo y áreas protegidas.