Los cristales de la ventana del copiloto reventaron cerca del rostro y del cabello de la víctima. Foto: Cortesía
Momentos de horror vivió Marcela (nombre protegido) a las 19:00 del martes 24 de septiembre del 2019 en la avenida Velasco Ibarra (Oriental), a la altura del barrio Tola Baja, cerca de El Trébol, en el centro-oriente de Quito. Un desconocido rompió el vidrio de su auto para tratar de arrebatarle agresivamente sus pertenencias.
A esa hora, ella se dirigía a su casa en el valle de Los Chillos tras salir de su trabajo. Todavía asustada, contó a este Diario que circulaba despacio en su vehículo por el sector cuando, una cuadra antes del puente peatonal, un hombre le arrojó una piedra sobre el vidrio de su lado. Marcela regresó a ver y observó a un individuo parado en medio de los vehículos que la distrajo.
La modalidad de robo es el ‘piedrazo’. Segundos después, otra persona rompió la ventana del copiloto, de un solo golpe, e ingresó medio cuerpo al interior del auto. “Gritó ¡dame todo o te mato!”, recuerda Marcela.
Los cristales reventaron cerca del rostro y del cabello de la víctima. “Al principio no grité, pero cuando entró al carro reaccioné y grité muy fuerte ¡no, no, no!”. Comenzó a pitar desesperadamente y nadie se acercó a ayudarla. Los conductores de otros carros solo observaban lo que pasaba. La fila de automotores avanzó un poco y ella aceleró.
“Arranqué de golpe, adelante estaba un taxi. Yo hasta pensé en chocarme porque no me importaba, quería arrastrarle a este tipo para que por lo menos se asusté”.
La víctima llamó a la Policía luego del ataque. Foto: Cortesía
La mujer avanzó y frenó de golpe; entonces el desconocido huyó junto con otra persona. Al regresar a ver por el espejo retrovisor, Marcela observó que ambos corrían por la acera y se perdían.
La mujer lloró; la gente que se movilizaba en los carros le preguntaban si se encontraba bien. Luego se acercó un agente motorizado, pero “él no vio lo que pasaba, pues solo se dirigía a El Trébol”. Ella le hizo señas y él se acercó y le contó lo que le pasó.
“Me toqué la cara y el cabello. Los tenía lleno de vidrios, pero estaba bien”, cuenta. Los uniformados le ayudaron a tranquilizarse y la llevaron a El Trébol en donde estaba otro patrullero. La acompañaron hasta que se sintiera mejor, les contó lo que ocurrió. Salieron a buscar a los sospechosos, pero no los localizaron.
Mientras Marcela dialogaba con los uniformados, uno le dijo que la gente debió hacer algo y ayudarla. “Los conductores no pueden hacer el trabajo de la Policía, no pueden enfrentarse a los ladrones que son violentos, pueden dispararles o apuñalarles que es lo que se escucha últimamente. Nadie va a ayudar porque tiene esa sensación de inseguridad, ese es el trabajo de la Policía Nacional”, dice Marcela.
Pasaron 20 minutos, le llamó a una amiga para que la acompañara. Estaba muy asustada y tenía miedo de conducir con el vidrio roto. “He escuchado que los delincuentes meten ratas dentro de los vehículos para asustar a los conductores y eso me preocupaba. Por eso pedí ayuda”.
Los daños en su vehículo fueron avaluados en USD 200.