Vecinos de La Roldós muestran el diseño del camposanto en la parte alta del barrio. Foto: EL COMERCIO.
Ellos rompen el esquema. Son de esos personajes anónimos que apuestan por la minga, a meter la mano a la tierra, al trabajo mancomunado y su mayor recompensa es tener un mejor camino, un parque para los niños, un huerto…
En Atucucho, La Roldós y El Tejar, tres barrios que se asientan en las faldas de las montañas del occidente de la capital, la gente no vive de la queja, sino del empuje y de la organización.
En Quito hay más de 3 000 barrios, según la Secretaría de Territorio, pero no todos optan por el trabajo comunitario.
Ese es un fenómeno que usualmente –aunque con grandes excepciones- se hace presente en sectores olvidados, en los cuales la obra de la autoridad es tardía o inexistente.
Pese a que en la ciudad no se ha realizado un estudio para cuantificar la actividad comunitaria en los barrios, Rocío Bastidas, miembro del Foro Permanente de Quito, quien ha trabajado en temas de organización barrial por 30 años, calcula que menos del 10% de los sectores ha adoptado esa dinámica de volverse actores y no espectadores.
Ella cuenta que tuvo la posibilidad de involucrarse en proyectos de más de 200 barrios y asegura que la única forma para que un sector haga valer sus derechos es a través de la obra y del trabajo: principio fundamental de barrios como La Floresta, El Quito Tenis, África Mía, Puertas del Sol, Velasco, Uyachul…
El rincón del lobo
En Atucucho, donde hace 26 años se asentaron 15 personas y hoy viven más de 20 000, fue la comunidad la que usando pala abrió las calles, construyó pozos sépticos, bajó el agua de las vertientes, habilitó guarderías, abrió talleres para niños, conformó grupos juveniles de arte y logró legalizar las tierras.
Pero sin duda, su proyecto más grande es la creación de un banco comunitario. La idea nació hace dos años para dinamizar la economía.
El banco arrancó con 28 socios fundadores y el aporte de USD 100 que cada uno realizó.
Juan Tenorio, gerente de la entidad, dice que al momento tienen 462 socios y más de USD 125 000 en cartera.
Allí, los vecinos pueden acceder a créditos rápidos de hasta USD 3 000. Solo necesita vivir en el barrio y abrir una cuenta.
En el primer año tuvieron un excedente de USD 6 000 y lo invirtieron en obras barriales, en campamentos vacacionales, en programas navideños, privilegiando siempre la participación ciudadana.
Los proyectos juveniles también se beneficiaron con esos fondos. Hay cerca de ocho grupos de jóvenes -cerca de 260 muchachos de 14 a 28 años- que trabajan en danza, zanqueros, mimos y agrupaciones musicales. Edwin Murillo, Marcelo Jácome y Cristian Gómez son referentes de la juventud, porque aparte de realizar sus actividades profesionales, dedican su tiempo para compartir sus saberes.
Manuel Tituaña, presidente del sector, asegura que el barrio se caracteriza por tener una lucha participativa. La gente se mueve y busca apoyo en la empresa privada, el Estado, el Municipio y el Consejo Provincial.
Por si fuera poco, cuentan con una revista comunitaria. Se llama el Rincón del Lobo. Son 20 páginas que reflejan al barrio y su gente. Su objetivo: que los moradores se sientan orgulloso de vivir allí.
Tienen un nivel organizativo nuevo. Es un gobierno barrial que se basa en la asamblea general, la directiva y representantes sectoriales. Cada manzana tiene un promotor y se reúnen cada semana. El miércoles pasado cerca de 200 líderes, unos con poncho, otros con sombrero, llenaron la sala comunal.
En La Roldós, la gente tampoco le teme al trabajo. Con sudor y esfuerzo quebraron el molde que los encasilló a inicios de los noventa en una invasión, un barrio peligroso y conflictivo.
Leonardo Cuestas, presidente de la zona donde viven unos 7 000 habitantes, recuerda que hace no mucho inauguraron una sala de velación de uso comunal. Tienen una capilla ardiente, una cocineta, sillas, vasos y todo lo necesario para poder equipar aquella sala.
En el momento, personal de la Flacso, con la cual tienen un convenio, está dictando capacitación en liderazgo y buen vivir a más de 50 moradores.
Además, con mingas construyeron dos parques. Una ONG les ayudó con el financiamiento y la gente puso la mano de obra. Los dos parques (uno de 1 000 metros y otro de 800) benefician a más de 5 000 personas.
Asimismo, han trabajado en el tema de seguridad. Organizaron una marcha en la que participaron más de 1 300 personas, hace unos cuatro meses. Esa es su forma de vivir, de contrastar con los barrios que limitan su forma de hacer ciudad a la queja, a cruzar los brazos y esperar.
El Tejar y su cambio de cara
Antes de que los moradores se organizaran, las calles de El Tejar, donde viven 15 000 personas, estaban llenas de basura.
Los vecinos crearon una comisión del programa de saneamiento y en el 2004 empezaron a rescatar las quebrabas de El Tejar y El Cebollar.
Lidia Rueda, dirigente, apunta que la clave fue el trabajo puerta a puerta, concienciar a la gente, reunirse con los vecinos y estudiar las ordenanzas para conocer sus derechos y responsabilidades. La gente empezó a darse cuenta de que podía vivir sin basura y evitar que sus casas pierdan valor. Los vecinos, hasta hoy, son los guardianesde las vías.
Un cementerio para La Roldós
La Roldós trabaja desde hace tres años para tener su cementerio. De cerca de 80 ha que se legalizaron en la parte alta de la zona, 15 fueron separadas para implementar este nuevo servicio que beneficiará a 160 000 habitantes de nueve barrios de la zona noroccidental.
Ya han diseñado los planos arquitectónicos, gracias al apoyo de la empresa privada.
Hace tres meses los documentos fueron ingresados al Registro de la Propiedad.
Mientras tanto, hace cuatro meses, la cooperativa inauguró una sala de velación comunal para 200 personas. Es rentada a USD 80 por velatorio.