Santiago Real es dueño de una óptica en la calle Chile y convive con el ruido. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Es apenas una cuadra, pero en ella se concentran todos los elementos para que la bulla sea un dolor de cabeza.
En la calle Chile, entre la avenida Pichincha y la Montúfar, sector de La Marín, funcionan locales que tienen música a todo volumen. A esto se suma el ruido de bocinas, de motores de vehículos y de los comerciantes que, a viva voz, ofrecen productos de todo precio.
Son las 10:00 del 12 de noviembre. Como todos los lunes, Joffre Aguirre espera su pedido en el ingreso de un local comercial de la av. Pichincha y Chile. Al menos dos días a la semana, él visita el Centro Histórico para adquirir mercadería para su negocio.
Mientras espera frunce el ceño en señal de molestia. “Esta parte del Centro es un caos. Hay ruido por el tráfico, los vendedores y los parlantes de los comercios”.
Aguirre dice que estas escenas, que se repiten a diario en ese sector, le estresan. Cada vez que regresa a casa siente un zumbido en el oído que le perturba, al menos, una hora.
La Marín, ubicada en el perímetro del Centro Histórico, es según Christian Garzón, director de la carrera de Ingeniería de Sonido y Acústica de la Universidad de las Américas, el sector más ruidoso en Quito.
Esa afirmación la hace con base en un mapa de ruido de la ciudad, que se elaboró como parte de una investigación para el centro superior. El trabajo tomó cerca de dos años.
Una de las conclusiones es que el tránsito vehicular es la mayor fuente de ruido en la capital. En el Centro, una persona puede estar expuesta a más de 85 decibelios (niveles de sonido). Lo normal, según la Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito, con base en la recomendación de la OMS, es 55 decibelios durante el día y 45 en horas de la noche.
Santiago Real tiene una óptica en las calles Chile y Montúfar. Está a escasos pasos de la calzada. Frente a su local se forman filas de vehículos que, cuando no logran avanzar, empiezan a usar la bocina.
Real dice que eso influye en su estado de ánimo. Después de 10 años de estar ubicado allí, aún no se acostumbra al ruido y dice que los viernes, día en que más gente llega al Centro Histórico, le duele hasta la cabeza por la contaminación auditiva que hay en el sector.
César Augusto Burneo, catedrático que realizó estudios sobre el ruido en Quito, señala que esto afecta directamente al comportamiento de las personas. El efecto inmediato de soportar altos índices de ruido es el estrés. “La gente se irrita y, por ejemplo, rinde menos en el trabajo”.
Someterse por más de ocho horas seguidas a más de 85 decibelios también puede ocasionar a mediano plazo la pérdida de oído, dice Burneo.
En Quito no se cumple la norma de la OMS. La Secretaría de Ambiente concluyó en mayo de este año un mapa de ruido en La Mariscal, uno de los sectores más expuestos al ruido de los autos y al sonido de parlantes.
En la plaza Foch, el rango de ruido está entre los 70 y 75 decibeles en el día y en la noche.
Actualmente, la entidad elabora otro estudio en el Centro Histórico que estará listo en mayo del 2019. Ahí también coincide con que la mayor fuente de ruido es el tráfico vehicular. La Secretaría además realiza controles aleatorios de emisión de ruidos en diferentes puntos de la ciudad.
Las características de Quito requieren que el mapa de ruido general se levante por sectores. El trabajo se realiza con tres equipos móviles que fueron colocados en Carapungo y La Jipijapa (norte); además del Centro. En La Jipijapa se registran hasta 62 decibelios en el día y 58 en la noche.
Los datos con los que ahora cuenta el Municipio serán evaluados, según la Secretaría de Ambiente, con la autoridades de Movilidad y Territorio para tomar decisiones. Una primera medida en el Centro Histórico fue la de peatonalizar tramos de las calles. En la García Moreno, según los primeros datos del Municipio tras la medida, el ruido se redujo un 30%.
Para Garzón, hay que trabajar en lo cultural. Hacer campañas para el uso racional de la bocina, mantener el motor del vehículo en buen estado y hasta mejorar la calidad del pavimento son pasos para combatir el ruido excesivo.
Aguirre encuentra lo que buscaba en el local. No piensa en que el zumbido sea un problema y no irá al médico. Sin embargo, dice que enviará a otra persona por sus pedidos.