En unos 15 sectores de Quito la informalidad está en aumento

Ayer, cuatro limpiaparabrisas se ubicaron en la avenida Velasco Ibarra y 24 de Mayo. Ahí, otras personas venden todo tipo de productos. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Son esas personas a las que incomoda ver, por lo que la mayoría de veces se las ignora. Los limpiaparabrisas, los niños que venden caramelos en los semáforos, madres con hijos o adultos mayores que piden caridad forman parte del paisaje en ciertas intersecciones de Quito.
La informalidad es un problema que, según las autoridades, se ha agudizado debido a la pandemia.
Estefanía Grunauer, supervisora de la Agencia Metropolitana de Control (AMC), explica que esa parte de la población solía ubicarse en sectores fijos, como el ingreso al túnel Guayasamín, la 10 de Agosto y Naciones Unidas, en los alrededores del Quicentro Sur, en la Mariscal Sucre y Rumihurco, en la Diego Vásquez a lo largo de Carcelén. Pero hoy se los encuentra en casi todas las vías más transitadas de Quito.
Ayer 26 de noviembre del 2020, este Diario observó que en al menos 15 sitios del sur, centro y norte, grupos de hombres, mujeres y niños se ubican en los semáforos, ya sea para limpiar los parabrisas de los autos o vender productos. Las zonas donde hay más informalidad son El Trébol, av. Velasco Ibarra y Cumandá, av. República y Amazonas, El Inca, av. Mariscal Sucre.
Comerciantes informales ofrecen dulces, bebidas energizantes, accesorios de teléfonos celulares, ropa, gafas, frutas y otros alimentos.
Ayer 26 de noviembre, en la av. Amazonas y Pereira, un hombre con acento extranjero cargaba a un bebé y al lado un cartel con este mensaje: “Ayúdame para dar de comer a mis hijos”. “Entiendo que no hay empleo y la gente necesita subsistir, pero a veces me siento intimidado”, señala Ricardo Dávila, quien tiene su oficina en ese sector.
Otro punto en donde hay limpiaparabrisas y vendedores es el cruce de las avenidas Amazonas y Eloy Alfaro. El conductor Patricio Carvajal dice que anteriormente siempre circulaba por ese punto para regresar a su hogar. Ahora lo evita por recelo. “Ese detergente que utilizan daña la pintura del carro. A veces me da temor que traten de agredirme”.

En la av. Velasco Ibarra y Cumandá, que conecta el centro y el sur de Quito, un grupo de jóvenes foráneos se dedica a limpiar las ventanas de los carros. María J. y Angie A. laboran allí todos los días, de 07:00 a 21:00.
“Antes trabajaba en un taller que elabora techos gypsum y ganaba 100 dólares mensuales, pero a veces no me pagaban. Ahora nuestros ingresos son de 15 al día”, cuenta María.
Angie asegura que las autoridades les han ayudado con alimentos desde que comenzó la pandemia. Ha tratado de conseguir un trabajo, pero no lo ha logrado. “No nos queda de otra que seguir aquí”.
Grunauer indica que la AMC, al ser un ente sancionador, lo que hace es identificar la violación que se comete. Por ejemplo, los limpiaparabrisas hacen una mala utilización del espacio público, pero admite que es complicado multarlos, no solo por su situación económica sino porque la mayoría de personas que son retiradas por realizar esta actividad son extranjeros. No se les puede sancionar porque no presentan identificación.
La multa por cometer esa infracción es del 20% de un Salario Básico Unificado, es decir USD 80.
Grunauer asegura que los controles de limpiaparabrisas se realizan de manera permanente, pero se reforzarán durante diciembre. Cuando se trata de personas que piden caridad o menores de edad, hacen una intervención con la Secretaría de Inclusión y con el Patronato San José.
Gabriela Cevallos, directora de Ejecución Técnica de la unidad municipal, manifiesta que para los temas de mendicidad y niños que trabajan cuentan con dos proyectos: atención a habitantes de calle y erradicación del trabajo infantil. A partir de la pandemia se ha fortalecido la labor, dice. Cada programa tiene 10 brigadas que recorren la ciudad diariamente.
Advierte que no hay un censo actualizado del número de personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad. No obstante, en las atenciones que brindan en las calles han registrado alrededor de 5 000 personas entre habitantes de calle, menores de edad que acompañan a sus padres a vender, trabajo infantil y limpiaparabrisas.