Pedro Guamán espera afuera de la morgue del Hospital Eugenio Espejo. La noche del lunes 4, su madre, María Vásquez, falleció por cáncer al útero. Vestido de negro, el quiteño de 42 años habla en tono bajo y dice que los doctores no pudieron hacer más para mantenerla viva.
Junto a él, otras dos familias esperan por otros cuerpos. Nadie conoce sobre la donación de órganos. Guamán dice que a él no le importaría dar a otra persona una parte de su cuerpo. “Supongamos que mi mamá necesitaba algún órgano, yo le daba y si yo requiero también quisiera que me den”.
El problema -dice- es que no hay información. “Algo se ha escuchado por la radio, pero nada más”, señala Ángel Simbaña, que también espera que salga el cadáver de su madre, María Simbaña.
En la Cruz Roja y Policía también hay vacíos. El director de socorros de la Cruz Roja-Pichincha, Henry Ochoa, asegura que en caso de accidentes ellos dan los primeros auxilios y trasladan al paciente al hospital. Y aclara que no existe mecanismo para saber si esa persona puede ser donante.
Por eso sugiere una alternativa: que el Ministerio de Salud entregue a los voluntarios un carné donde se indique que en caso de muerte puede donar sus órganos. O que en las historias clínicas se determine con antelación si está en condiciones de hacerlo.
Desde marzo de 2009, el Organismo Nacional de Trasplantes de Órganos y Tejidos (Ontot) entrega estas tarjetas. Ya están registradas 2 000 personas.
La ministra de Salud, Caroline Chang, informó que se trabaja con el Registro Civil para que la persona que no quiera donar lo exprese en vivo en la cédula.
En la morgue de la Policía, el director de Medicina Legal de Pichincha, Marcelo Jácome, advierte que cada día se realizan al menos cuatro autopsias; pero que nadie conoce de donaciones.
En el hospital de esa institución uniformada también se hace trasplante de riñón, al igual que en el hospital de FF.AA. En este centro, la última cirugía se produjo hace cuatro meses cuando los quirófanos entraron a remodelación.
La médica patóloga del Eugenio Espejo, Malena Ortiz, explica que un donante cadavérico es aquel que cuyo cerebro haya muerto, pero que el corazón todavía está vivo. Cuando eso ocurre, los médicos mantienen al cuerpo conectado a máquinas, para que los órganos no se destruyan.
Quienes llegan a la morgue, en cambio, son aquellos que perdieron todas las funciones y ya no son catalogados como donantes.