Las 30 hectáreas de una finca en el barrio Los Sauces de Quilanga se quemaron totalmente. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El paisaje de Quilanga (Loja, sur de Ecuador) es sombrío. Las colinas están ennegrecidas, el olor a humo persiste y los árboles están calcinados. Así quedó el cantón lojano tras el incendio forestal, que se registró del 5 al 12 de septiembre de 2019.
Según el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencia, se perdieron 4 411 hectáreas de bosques, pastizales y fincas de la parroquia urbana de Quilanga y de las rurales de Fundochamba y San Antonio de Las Aradas.
Las dos últimas fueron calcinadas con el 36,92% y 30,67% de sus territorios, respectivamente. Entre las pérdidas está una franja de bosque de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Yacuri. Se quemaron eucaliptos, pinos, pasto y cafetales. También, hubo 30 familias, que fueron evacuadas a la escuela del barrio Huacapamba y a casas de familiares. Ya regresaron a su hogar.
Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El incendio habría iniciado una semana antes en la parroquia Quinara, que colinda con Quilanga e ingresó por la cordillera. Según Riesgos, fue provocado, pero aún no identifican a los responsables.
Ahora, la temperatura es elevada. Al caminar por las faldas de los cerros de la comunidad El Sauce (Fundochamba) se observa que el fuego consumió hasta las cercas de alambre que protegían las fincas.
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El martes pasado, en una minga familiar, Alfonso Jiménez, de 82 años, trabajaba en la reposición de la cerca de su propiedad, que tiene 30 hectáreas. Apenado, nervioso y molesto, relató los momentos de angustia que vivió.
El 9 de este mes -aún incrédulo de que el fuego llegaría a su propiedad- trasladó sus 20 cabezas de ganado a otro sitio. A la mañana siguiente ocurrió lo peor: el fuego llegó y en menos de tres horas, los vientos descontrolados empujaban las llamas por todos lados.
Hay daños en pastizales, sistemas de agua y riego, vías y fincas productivas del cantón. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Jiménez y otros vecinos le hicieron frente. Ataron prendas de vestir mojadas en la punta de ramas y con estas improvisadas herramientas golpeaban la vegetación en llamas. De esa forma querían apagarlas y evitar que se propagaran.
“Aquí no llegaron los bomberos. Algunas vacas de los vecinos no alcanzaron a huir y fueron calcinadas”, contó este lojano. Según sus cálculos, perdió más de USD 10 000 entre pastizales, 1 000 plantas de café que estaban a punto de cosechar y el cerramiento.
En Fundochamba y San Antonio de Las Aradas, el fuego consumió varios kilómetros de las tuberías de sus sistemas de agua potable. En esta última jurisdicción aún no tienen el servicio, sobre todo en los barrios Limón, San José, Cuadras, Choras, Jacapo y Soledad.
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Además, hay tramos del sistema de riego afectados; servía a los agricultores dedicados al cultivo de café y frutas. Pero la mayor preocupación de las familias de ambas parroquias es la destrucción de casi todos los pastizales. “El ganado no tiene qué comer”, contó María Dolores Abad, de 62 años.
El lunes pasado, los representantes del Gobierno Provincial de Loja y del Ministerio de Agricultura entregaron fundas de 40 kilos de ensilaje (guineo y hierba) a los campesinos. Abad intenta superar el problema comprando guineo para alimentar a sus animales.
En su rostro hay preocupación. Ella mostró las lomas Delgada y Paja Blanca donde aún se divisaba el humo. Allí, estaban las estacas de su propiedad, que fueron calcinadas.
La familia de Alfonso Ramírez trabaja cercando la finca de 40 hectareas que se quemó en el barrio Los Sauces. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Ella contó que muy cerca de su vivienda, en el cerro de los Cuyes, que también se quemó, había vizcaya, un animal similar al conejo. El fin de semana subió y no encontró nada. “Es muy triste. Solo faltó que nos quemáramos nosotros”.
Para el alcalde de Quilanga, Freddy Cueva, no hay el dinero para intervenir. Solo tiene USD 200 000 para elaborar estudios para riego, agua potable y vías afectadas. También, busca solucionar la alimentación de las familias y ganado.
El Municipio cuenta con un punto de recolección de alimentos, pero Cueva reconoció que no se canalizan ni se coordinan bien las ayudas. “No hay un trabajo planificado con todas las instituciones”.