¿Qué dirían los lectores si un grupo de personas de otra religión resolvieran quemar públicamente la Biblia, en protesta por la presencia de grupos extremistas supuestamente cristianos o católicos en el Ecuador? ¿Qué pensarían, aún más, si para justificarlo argumentaran que el cristianismo es una doctrina de violencia y odio?
Desde luego que la reacción sería muy negativa, porque la fe cristiana es ante todo un mensaje de paz y amor, que justamente por ello, desde sus primeros años fue adoptada por gran cantidad de personas, en buena parte, los pobres de este mundo. Si a lo largo de los siglos su usó al cristianismo para oprimir a los desheredados, para conquistar pueblos con violencia, para justificar las guerras, eso no debería ser motivo para que se lo deforme o se lo vea como un mensaje de odio o dominación.
En estos días, sin embargo, se ha dado una situación similar. Un clérigo fanático de alguna secta de Estados Unidos ha organizado una quema pública del Corán, el libro sagrado del Islam, argumentando que las creencias en él contenidas incitan a la violencia y al odio. Su justificativo ha sido que soldados y guerrilleros islámicos matan soldados estadounidenses en algunos lugares del mundo y que varios atentados que se han producido en suelo norteamericano han sido ejecutados por militantes islámicos extremistas vinculados a Al Kaeda y a Osama Bin Laden.
La gente sensata estará de acuerdo en que las repudiables acciones de unos pocos fanáticos no pueden ser imputables a todos los musulmanes del mundo, ni a las enseñanzas del profeta que dictó el Corán. La religión islámica, practicada por cientos de millones en el mundo, predica la unidad del género humano y la sumisión a un mensaje ético. Ha aportado grandes valores a la historia y ha sido eje de varias de las civilizaciones, en su tiempo, las más avanzadas de la tierra.
En nombre de Alá se ha emprendido “guerras santas”, pero esa no es la razón de ser del Islam. Como el hecho de que el Dios hebreo sea, según la Biblia, el “Señor Dios de los Ejércitos” no vuelve belicistas ni al judaísmo ni al cristianismo. Muchos gobernantes islámicos, cristianos, judíos, budistas y también ateos, han oprimido, robado y matado inocentes, a veces invocando sus creencias. Eso prueba que las religiones pueden ser manipuladas y convertidas en instrumentos de dominación.
Hay clérigos islámicos fanáticos que se creen elegidos para gobernar, que son intolerantes y ordenan matar “infieles”; como hay rabinos que justifican atentados contra quienes creen que han perseguido judíos, o como hay ministros cristianos que han bendecido a dictadores genocidas. Eso solo muestra que los extremistas son peligrosos y que sus mensajes nunca buscan la paz y el entendimiento entre las gentes. La humanidad debe rechazarlos siempre.