Había una vez un pequeño existencialista tercermundista que participó en la jornadas de París 68, de aquellos que Pier Paolo Pasolini llamó “pequeños burgueses queridos, con caras de hijos de papá”
Cuando volvió a su pequeño país, adoptó la camiseta de la izquierda, pero sin dejar de fumar con boquilla de oro.
En un país donde la liberación vino de manos militares (abolición de la esclavitud, libertad de conciencia, Banco Central, Código del Trabajo, Reforma Agraria, CEPE), él odiaba a los militares.
Por eso sorprende verlo ahora dirigiendo a los militares, confraternizando con ellos, ¿ya qué más le falta?
Ocurrió lo único que faltaba. Si bien es cierto que los que sabemos adoran los uniformes y los rangos, también creen que el Tío Sam es lo más cercano al diablo. Por eso son muy amigos de los iraníes.
Pulgarcito en el Pentágono es un lienzo surrealista que solo sería superado al ver a Jean Paul Sartre comulgando.