El río Machángara es el río de Quito. Nace al sur, entre las estribaciones del Atacazo y el Pichincha, y después de atravesar en dirección norte la planicie de Turubamba, su cauce se encañona bordeando a la colina del Panecillo por el este, virando nuevamente hacia el norte al pie de las lomas de Monjas y Lumbisí. Convertido en una profunda quebrada voltea nuevamente al este en Guápulo y rompe las montañas para salir al valle de Cumbayá.
Al parecer, luego de la Conquista española vivieron largo tiempo a orillas del Machángara más de treinta caciques indígenas, quienes eran feligreses de la parroquia indígena de San Sebastián. Desde muy temprano en la colonia este río, al igual que las quebradas de la ciudad, se utilizaron para la instalación de molinos harineros, movidos por la fuerza de las aguas, aprovechando el fuerte desnivel de sus recorridos.
Si bien las quebradas tenían esta utilidad, también servían para arrojar desperdicios y aguas servidas. Las del centro de la ciudad cortaban el trazado de las calles, obligando a construir desde el inicio de la vida española puentes de vigas de madera para permitir la circulación. Los puentes de madera fueron comunes durante varios siglos, pues los de mampostería no solo que eran más costosos, sino también más difíciles de construir por la necesidad de elaborar una o varias cerchas para los arcos.
En época aborigen la entrada sur a Quito, se practicaba normalmente por el sitio que se denomina Chimbacalle, palabra mixta compuesta por un término quechua y otro castellano. Chimba, significa “en frente” y de ahí chimbana, que expresa “pasar al otro lado”, en definitiva vadear, pues este era el lugar en donde se cruzaba el río Machángara. Al unirse el vocablo español calle al término quechua, el nombre caracterizaba al sitio de ingreso a la población. En definitiva, el término Chimbacalle querría decir “calle que lleva a la otra banda o que va al otro lado”.
Puente del río Machángara a inicios del siglo XX. Foto: Archivo de Alfonso Ortiz
Esta vía, sin duda preincaica, fue mejorada cuando la invasión cusqueña, y formó parte del Qhapaq Ñan, que partiendo desde el Cusco, capital del Tahuantinsuyo, situada unos 2 800 km al sur, llevaba a Quito y a los confines septentrionales del imperio. Al sur de Quito, el camino que venía por la cresta de la loma de Puengasí, descendía por Luluncoto hacia el empinado borde sur del río Machángara -los dos últimos, topónimos quechuas, y el segundo se repite, al menos, en Popayán y Cuenca– pasándose a la orilla norte del río por el mencionado vado.
Vadeado el Machángara la vía continuaba en ascenso hacia el norte, a la plataforma de Quito. A 800 metros de su recorrido, el camino se encontraba con la profunda quebrada de Ullaguanga-huaico, la misma que corría al pie norte del Panecillo y que cerraba a la ciudad por el sur. Luciano Andrade Marín, uno de los estudiosos de la geografía e historia quiteña, alguna vez la llamará Ullaguanga-yacu, diferencia no mayor entre los dos topónimos quechuas, pues huaicu significa quebrada y yacu, río.
La vía incaica fue mejorada por los españoles y con seguridad a mediados del siglo XVI, con el progreso de la ciudad, se vio necesario construir un paso permanente y seguro sobre el río Machángara, por lo que se levantó un puente de un solo ojo de cal y canto junto a este vado, con estribos de piedras labradas de tamaños diversos, que sostienen el arco de ladrillo. Corre sobre él una balaustrada de piedra que protegía la circulación por la calzada.
Este puente es el más antiguo de Quito y probablemente del país. Se desconoce la fecha precisa de su construcción, pero por diversos indicios que dan los papeles del Cabildo, se presume que ya estaba en servicio a mediados del siglo XVI. Una de las menciones más tempranas es la de Toribio de Ortiguera quien hacia 1580 dice: “… y otra puente mayor en un río que pasa a tiro de arcabuz de la ciudad, donde hay muchos y buenos molinos de pan y tenerías de curtidores.” (Ortiguera, 1580/1960: 421) Ya a mediados del siglo XVIII se había perdido la tradición de sus constructores.
Puente sobre el río Machángara en el año 2000. Foto: Archivo de Alfonso Ortiz
Junto al puente, y también desde tempranas fechas se había levantado la caseta para el cobro de las alcabalas y por su valor estratégico, para proteger el paso, las autoridades realistas después de la pacificación de Quito en 1812, ejecutaron una serie de obras de fortificación en la ciudad, entre ellas, una garita militar de avanzada junto al puente, que consistía en una pequeña casamata para guardar algo de artillería y fusiles.
Un nuevo puente, superpuesto al antiguo se construyó a inicios de la República, a fin de facilitar la circulación a las carretas tiradas por bueyes, con accesos más tendidos, por lo que debió ser más largo. Iniciado en el año 1837 (Rolando, 1930), tuvo muchos retrasos en su construcción, no solo por las penurias del erario nacional, sino también por la falta de constructores experimentados, tanto que en 1854 el ministro del Interior y Obras Públicas Marcos Espinel informó al Congreso que “el puente, que se estaba levantando sobre el río Machángara, a la entrada de esta ciudad, bajo un modelo de buen gusto y que además parecía sólido y debidamente proporcionada para el doble objeto de tránsito y de paseo público, sufrió un desplome considerable, después de haberse invertido algunas sumas en su construcción, ha habido necesidad de levantarlo nuevamente bajo otro modelo no menos hermoso, y sobre una línea algo mas extensa, y cuya obra está ya al terminarse.” Al parecer se concluyó en 1856, fecha labrada en una lápida de piedra incrustada en su costado oeste.
José Gabriel Navarro asegura que éste fue realizado por el arquitecto Mariano Aulestia en 1860, autoría que dudamos por los datos anteriores. Tal vez la intervención de Aulestia fue una obra de mantenimiento.
Sea como fuere, el nuevo puente utilizó de base al antiguo, superponiéndose de manera muy curiosa. El puente colonial es de un solo ojo, con estribos de piedras labradas de tamaños diversos, que sostienen la bóveda de ladrillo, corriendo sobre él una balaustrada de piedra que protege la circulación por la calzada. El puente republicano, que se asienta sobre el colonial, tiene tres arcos principales, el central carpanel y de mayor luz y los laterales de medio punto; adicionalmente, cerca del estribo norte, por la cara oeste, se encuentra otro arco cerrado con una puerta de reja con dos ventanillas laterales y sobre su clave la lápida antes mencionada.
Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Este puente decimonónico es el que actualmente se utiliza. Posee un sólido pretil continuo de piedra que proviene del antiguo Palacio de la Audiencia. Al iniciarse la reconstrucción del Palacio de Gobierno en 1843, por el presidente Juan José Flores con el proyecto del arquitecto Lavezzari, se retiró el parapeto que protegía a los transeúntes del atrio del viejo palacio colonial, para apoyar las columnas del pórtico neoclásico del nuevo edificio.
Curiosamente, el espacio libre entre los dos puentes fue ocupado durante largo tiempo como vivienda de menesterosos, pero en una restauración del Fonsal entre 2004 y 2007, dentro del frustrado proyecto de recuperación del río Machángara, se habilitó esta zona para una cafetería.
Las intervenciones en la zona se iniciaron en el año 2003, con un mejoramiento de la imagen urbana, coincidiendo con la propuesta de recuperación del río Machángara emprendida por la corporación Vida para Quito. Los trabajos consistieron en la recuperación de fachadas de las casas que tienen culatas hacia el río y significaron limpieza, retiro de pintura y aplicación de capa anti grafiti en los muros de piedra de la calle El Sena.
De acuerdo con el diagnóstico técnico del Fonsal, la estructura había sufrido deterioros en los paramentos, en su estructura de mampostería de ladrillo y en la mesa, por acción de las lluvias. La bóveda evidenciaba filtraciones de aguas servidas, pero no existían deficiencias en su comportamiento estructural, pero las fisuras de las bóvedas a nivel alto evidenciaban sobreesfuerzos y existía socavación que podría comprometer parte de los cimientos.
Tanto por su valor histórico-patrimonial y paisajístico, así como por su importancia estratégica para la comunicación vial de la ciudad, la intervención sobre esta estructura era urgente. La puesta en valor, significó la liberación de elementos extraños, limpieza, consolidación y reforzamiento de muros, impermeabilización de la superficie de rodadura, la inclusión de una losa para distribuir uniformemente las cargas y el reforzamiento de los estribos. Se repusieron las piedras talladas faltantes en el pretil y se adecuó el espacio entre los dos puentes, para una cafetería. Obviamente nunca pudo reutilizarse este espacio, pues en la administración del alcalde Barrera se dinamitó el proyecto de “Vida para Quito” y por debajo del puente siguen corriendo las fétidas aguas servidas…
Recordemos que hace un siglo el gran poeta quiteño Jorge Carrera Andrade, creó el bello poema El río de la ciudad natal, y sus primeros versos dicen “Machángara de menta: eres mi río / Atraviesas mi pecho y no los prados / Aguas de historia y lágrimas de siglos, / mortaja de crepúsculos ahogados”.
* Historiador y arquitecto quiteño