Santiago Zeas B. Corresponsal en Bogotá
Hassan Nassar. Experto en comunicación y gobierno
¿Tiene razón el presidente de Brasil, Lula da Silva, cuando dijo que al transmitir la cita de la Unasur, los presidentes actúan en función de sus públicos y no del tema que los convocó?
Sus palabras tienen mucho fundamento. Al volverse la discusión pública es difícil para un mandatario decir las cosas con claridad. Se ingresa en el campo de la retórica. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los presidentes es mediática. Por lo tanto, sus escenarios electorales internos entran en juego.
¿Qué connotación tuvieron las intervenciones presidenciales en Bariloche?
Hablaron para sus copartidarios y dieron un discurso político a la región. Por eso la afirmación de Lula tiene puntos valiosos.
¿Esas motivaciones electorales domésticas influyen en el desarrollo de cumbres de peso internacional?
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Consultor político colombiano de origen palestino. Tiene una maestría en ciencias políticas del Emerson College de Boston (EE.UU.).
Su punto de vista. A diferencia de lo que Lula planteó en Unasur, las cumbres se vuelven mediáticas por interés de las propias audiencias.
La transmisión en vivo no es nueva. Las reuniones de Naciones Unidas y de otras organizaciones importantes también son públicas. Pero en Unasur hay presidentes mediáticos, quienes han usado los medios a su favor. Saben cómo difundir sus políticas a través de ellos. Por ello, era posible que los temas no se discutieran de forma adecuada.
¿Eso finalmente ocurrió?
En cierto momento. La intervención del presidente Rafael Correa usó los medios de forma explícita. En su presentación no hablaba solo a los mandatarios, sino a América Latina.
En la práctica, ¿cuál es el efecto de que se manejen así estos encuentros?
No se resuelven los problemas por los que fueron convocados. En la cumbre del Grupo de Río de 2008 Correa y Álvaro Uribe se dieron la mano de una manera irreal, porque en la práctica las relaciones nunca mejoraron ni se restablecieron. Hugo Chávez y Uribe se abrazaron y se prometieron amistad, pero en la práctica las relaciones siguen mal. Entonces ahí toma sentido lo que decía Lula: no es importante ser mediáticos, sino resolver la esencia de los problemas. Y la forma no es hablar para las audiencias, sino un diálogo directo entre los presidentes.
¿A los públicos les interesa más los debates o las resoluciones que se toman?
Desafortunadamente les interesa el debate, en el sentido de ver quién lanza los mejores golpes. Lo trascendental es la resolución porque evidencia qué tan efectiva pudo ser la cumbre.
En el caso de la Unasur con claridad se plantearon posiciones que no fueron afines con la declaración final. Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay tenían claro que no querían permitir que EE.UU. use las bases colombianas. Por ello pretendían su condena a ese acuerdo militar. Sin embargo, la resolución no reflejó esas posturas.
En ese caso, ¿en la memoria de las audiencias se quedan las argumentaciones y no las decisiones?
Las cumbres pocas veces adoptan resoluciones importantes. En Naciones Unidas es donde más debaten temas, pero a la hora de las decisiones, no son efectivas. En el caso de Iraq, nadie aprobó la invasión de EE.UU. Pero el Gobierno de ese país se amparó en el debate público y justificó su ataque sin necesidad del apoyo de la ONU. Lo que queda en el ambiente es lo que se debate y no las resoluciones.
Chávez tiene su programa ‘Aló Presidente’, Uribe sus consejos comunales, Correa su informe sabatino… ¿Esas formas mediáticas se están apoderando del campo diplomático tradicional?
Indudablemente. En A. Latina los canales diplomáticos son inoperantes. La retórica de los presidentes rebasa las cancillerías. En la crisis entre Venezuela, Colombia y Ecuador la diplomacia se volvió poco efectiva. Hoy en día los presidentes hacen diplomacia a través de los micrófonos.
Estos presidentes arman en sus países melodramas políticos entre buenos y malos. ¿Ese manejo lo trasladan a los encuentros regionales?
Antes existía una línea entre la izquierda y la derecha. Ahora la audiencia latinoamericana tiende a una política populista. Eso es algo peligroso. En Venezuela lo vimos hace poco: un canal fue tomado por manifestantes oficialistas, amparados en un discurso del Presidente.
¿Detrás de la transmisión de estas reuniones hay la intencionalidad de hacer creer a la gente que es parte de ellas?
Se quiere vincular al electorado. Una parte significativa de los mandatarios de la región busca la reelección o ya la ha conseguido. Entonces no son escenarios para resolver conflictos, sino para hablar con su público y refrendar su capacidad de ejercer el cargo.
Antes había encuentros reservados y acartonados. Hoy están en el otro extremo. ¿Habrá punto de equilibrio?
No lo creo. Va a ser muy difícil volver atrás y que se excluya a la prensa. Las cumbres son fundamentales siempre que tengan razón de ser. En el mundo hay cumbres como la de Unasur, OTAN, ONU, No alineados, Mercosur, Alba… La proliferación de citas le quita credibilidad a los temas de fondo. Son rondas de presidentes tratando los mismos temas con diferentes focos de interés. No hace falta tantas cumbres para tomar decisiones importantes.