Redacción Manta
Cobijados bajo el nombre Un cerro de cuentos en honor al cerro Santa Ana, de Guayaquil, llegaron a Manta seis representantes de cuatro países para contarle al público manabita las leyendas que pasan de generación en generación.
Aquella la montaña de cuentos, mágicos, de humor, y épicos, bajó por primera vez al puerto de Manta.
Más detalles de la cita
En la sala de conciertos Horacio Hidrovo, de la Universidad Eloy Alfaro, se presentan Omar Galván y Alberto Borja.
Victoria Gullón y Reinaldo Ruiz llegaron a Portoviejo, a la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
El domingo la fiesta revienta en el cerro Santa Ana a partir de las 19:00. Previamente, cuenteros y el público desfilarán por las calles del tradicional barrio de Guayaquil.
No hay costo para los actos, esto motivo a los manabitas a llenar los espacios asignados. Hubo apoyo de las Universidades Eloy Alfaro y San Gregorio.
El pasado jueves, las 500 butacas del teatro Chusig se llenaron.
Lo que primero llamó la atención: una pintoresca decoración en el pasillo de ingreso, elaborada con frutas tropicales. No faltaron los ‘guardianes de la cultura’, un grupo de jóvenes universitarios que portaba las banderas de Venezuela, Colombia, España, Argentina, Bolivia, Panamá y Ecuador. La escena fue preparada por los organizadores Raymundo Zambrano, el referente de la tradición oral manabita, y Ángela Arboleda.
Un pequeño acto protocolario fue el preámbulo para que los cuentacuentos afinen sus voces, antes de salir al tablado del teatro para encantar a los presentes con sus míticas historias.
Don Pascual, personificado por Zambrano, volvió al Chusig con sus gestos del montubio de Bonce Adentro, un recinto del cantón Santa Ana. “Por allá parece que nació el cuento en Manabí”, dijo, mientras acomodaba su infaltable sombrero de paja toquilla y abrochaba el último botón de su camisa roja de manga larga.
“Burro que se sube la vereda no se quiere bajar”, refirió, para arrancar las primeras carcajadas de los presentes. Don Pascual empezó su intervención narrando el cuento de San Nicodemo. Se trata de un santo que se muere y resucita cada vez que las beatas del pueblo lo consideran adecuado.
Posteriormente, Don Pascual, presentó al colombiano Alberto Borja. Desde la cultura, los dos personajes quieren cortar las diferencias políticas que tienen a los líderes de Colombia y Ecuador muy distanciados.
El vozarrón de Borja retumbó en el teatro. Entonces su primer cuento era la historia de un perro pastor alemán que llegó al lejano Monpós, en la zona del Magdalena. El Káiser, como lo bautizó la colonia perruna del lugar, causó revuelo entre las perritas criollas. Solo el sacrificio de Caperuza, un perro insignificante que se contagió de rabia peleando con un animal que portaba la enfermedad, logró bajar los humos al petulante perro de raza superior. La razón: logró pasar la epidemia al Káiser.
Los gestos de Borja, al emular los movimientos y gruñidos de los perros, le ponían realismo y humor a la narración; esta -dijo el cuentero- puede suceder en cualquier pueblo del planeta, poblado de arrogantes.
Borja se despidió y presentó a la española Victoria Gullón. Un tanto más seria que Zambrano y Borja, convenció al público entonando sus cánticos, versos, poemas y romances medievales.
Llevó a escena la historia legendaria del paje Gerinaldo y la hija de Rey. Las preguntas y respuestas del romance que llevaron incluso al dormitorio a la infanta y a Gerinaldo pronto envolvieron a los atentos presentes. Al final, el cuento quedó inconcluso.
Victoria sonrió porque había conseguido su objetivo: ayudar a que vuele la imaginación de los asistentes. Todos se quedan con la incógnita, ¿qué pasará con el paje y la infanta?
El argentino Omar Galván impresionó por su técnica e improvisación. Interactuó con el público y creó un cuento empleando frases y nombres de la realidad local, lo cual sorprendió a la gente.
La primera noche del Cerro finalizó con la presentación del colombiano Reinaldo Ruiz.