Redacción Espectáculo
César Salazar no buscaba “una película de sobredimensionados efectos especiales, donde un ‘gringo’ siempre sea el protagonista”, por ello, se dirigió a la sala siete de Cinemark, a ver ‘El arriero’.
Él es una prueba de que el público quiteño se diversifica en gustos y preferencias.
Esta producción colombo-española convocó, durante el fin de semana, a alrededor de 400 personas. Una cifra que no extraña dado que la cinta apocalíptica estadounidense, ‘2012’, fue el estreno más esperado para la fecha.
Ya frente a la pantalla, con la toma aérea de Madrid que da inicio a ‘El arriero’, el espectador constató que la cinta no versaba sobre una profecía maya que llevaría al mundo hasta el fin de sus días.
No, esta vez se envolvería en una realidad conflictiva, en una temática que se ha vuelto tópico en el cine y la TV colombiana: el narcotráfico. Por las calles de Madrid camina un negro: “Soy Anzísar López. Colombiano, claro. Pero no soy narcotraficante, soy exportador de cocaína…”. Minutos después, una toma aérea de Barranquilla devuelve al pasado del protagonista y mientras su voz en ‘off’ narra sus antecedentes, las primeras reacciones del público se comienzan a escuchar, hay risas y susurros, hay complicidad.
Una actitud que el filme consigue mediante el recurso del testimonio. López es el arriero (reclutador de ‘mulas’ de narcotráfico) y, en ocasiones, interpela a la audiencia, comparte sus reflexiones y sus andanzas. El público asumió su papel, participó del juego.
La fotografía y la edición también aportaron. Los planos muestran distintas perspectivas sobre la situación representada. Asimismo, se conjugan con los temas de la banda sonora en un ritmo que atrae y que se relaciona con las emociones de los personajes y los giros de la historia.
En ella, el mundo de las drogas dicta el orden de las acciones, pero se relega a un segundo plano.
Una historia de amor imposible, de tentación, obsesión y traición es la que se construye alrededor del arriero y sus dos mujeres, el amor de su vida, Virginia, y la ‘mula’ de sus deseos, Lucía. Una historia donde el dinero sirve para comprar personas, conciencias y una felicidad efímera.
No faltan las referencias al racismo, al sicariato, a la corrupción policial. Al final, la soledad en medio de la selva colombiana.
Johanna Salas dijo que ‘El arriero’ presenta la cruda realidad de algunos colombianos inmiscuidos en el narcotráfico. Mientras que su novio, Daniel Jácome, añadió: “Es un camino que termina con la muerte o en el mismo lugar de partida; que no te conduce a ninguna parte”. Estas reacciones apuntaron a un cine que buscó un personaje bien definido y a contar una buena historia.
Otras de ‘narcos’
’María llena eres de gracia’ es una coproducción entre Colombia y EE.UU., que cuenta el drama de las ‘mulas’. Fue interpretada por Catalina Sandino.
César Gaviria, ( ’La vendedora de rosas’), narró en ‘Sumas y restas’ los orígenes del narcotráfico en los años 80 en Colombia.
Otras cintas que se refieren a este tema son: ‘El rey’, de Antonio Dorado, y ‘Rosario tijeras’ (2005), cuya historia también se liga al tema del sicariato.
Hace poco se transmitieron en Ecuador las telenovelas: ‘El Cartel’ y ‘Sin senos no hay paraíso’.