En el lugar donde vivía la niña, esperan noticias del examen de ADN. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
Sobre la almohada está un vestido floreado y dos muñecas con traje rosa. En una esquina de la cama, una anciana espera noticias de la pequeña. “A todas mis nietas las he criado con tanto cariño, las he cuidado desde que estaban en la barriga de su mamá. No sé por qué ahora dicen que no es nuestra”, se lamenta.
En ese rincón de la habitación, rodeada por dibujos y garabatos, dormía Noemí (nombre protegido). Ahí descansaba la madrugada del miércoles 12 de julio del 2017, cuando 38 agentes de la Policía Judicial, Antinarcóticos, GOE, GIR, Unidad Antisecuestro y Extorsión, Dinapen y Criminalística cercaron esta y otras viviendas del bloque 5 de la Cooperativa Paraíso de la Flor, en el noroeste de Guayaquil.
“Tumbaron la puerta de afuera y gritaron: ¡al piso! Mi mamá les abrió y entraron encapuchados, de negro, con unas pistolas grandes. Nuestra hermana lloraba y gritaba cuando se la llevaron”, relata una de las adolescentes que vive en ese inmueble.
Ya en la mañana, en el Cuartel Modelo, el comandante de la zona 8, Marcelo Tobar, informó que el allanamiento fue parte del caso Esperanza, un operativo coordinado desde hace dos meses para recuperar a una pequeña que habría sido secuestrada cuando tenía 21 días de nacida. Hoy tiene 6 años, según los datos policiales.
La historia habría comenzado en el 2011, en la Cooperativa Sergio Toral, otro sector del extremo noroeste, casi al límite de la ciudad. Según la investigación iniciada por la Unidad Antitrata de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen), la madre denunciante fue amedrentada con armas de fuego para entregar a la bebé que llevaba en brazos, mientras recorría el barrio. En ese tiempo, la madre solo tenía 12 años de edad.
Tobar y la capitana Janeth Yerovi, de la Dinapen, indicaron que ella habría sido víctima de una banda que reclutaba menores para el expendio de drogas. Una de las hipótesis es que fue agredida sexualmente por uno de los detenidos y luego del parto fue separada de su hija. “Eso no lo podemos confirmar aún, el resultado de las investigaciones se recogerán también de lo que pueda decir la madre”, dijo Tobar.
Ahora, la joven es parte del Programa de Protección de Víctimas y Testigos de la Policía y la Fiscalía del Guayas. El miércoles, seis años después de este caso de plagio, fueron detenidos Francisco L., Rosa L., Leonardo L. y Diana M. Para la tarde de ayer estaba prevista la audiencia de formulación de cargos.
Quienes viven en el barrio donde fue el operativo, de calles polvorientas y empinadas, con escaso alumbrado público, recuerdan que la noche se iluminó con las sirenas de los patrulleros que acorralaron el bloque. El fiscal Francisco Pérez dirigió el allanamiento, cerca de las 02:00, en el que dos viviendas fueron inspeccionadas.
En una de ellas vivían Diana M. y su esposo. Ambos fueron arrestados y ahora su hija permanece bajo los cuidados de su abuela. “Dicen que mi sobrina vendía drogas, que era parte de una banda. Eso no es cierto”, cuenta un tío de la acusada. “Tienen que investigar bien por qué esa señora puso la denuncia después de tanto tiempo”.
En casa de Rosa L., otra detenida y aparentemente madre de la menor, cuentan que ella se dedicaba a lavar ropa y a vender artículos en la calle para mantener a sus cuatro hijas, entre ellas a Noemí. En las paredes resaltan sus fotos, junto a la pequeña en fiestas.
“Este viernes cumple 8 años. Le iban a comprar una torta”, dicen quienes serían sus hermanas. Una cédula, escondida entre cuadernos y libros de escuela, confirma que esa sería su edad.
El comandante de la zona 8 aseguró que existe un 90% de certeza de que Noemí es la niña secuestrada en el 2011. “Pero para confirmar todo esto se realizarán los respectivos exámenes de ADN que darán la certeza total”. Aún no se conoce cuándo estarán listos los resultados.
En la vivienda del allanamiento están regados sobre una mesa los cuadernos de la pequeña, con la tarea que dejó pendiente. “El papá ya fue a la Policía para que también le hagan una prueba de ADN y comprobar que sí es nuestra familia. No podían entrar a la casa de esa forma, la niña sufre del corazón, se desmaya, y pudo pasarle algo”, contó un hermano de Rosa L.