Redacción Guayaquil
Las figuras de fomis adornaban el pizarrón en un aula del Colegio Provincia del Carchi, en el norte de Guayaquil. A simple vista parecía un salón de niños, pero los 21 alumnos que recibían la clase tenían entre 15 y 75 años.
Alfonso Rivas, un estudiante de segundo año de bachillerato, explicaba cómo formar palabras con la letra v “VA – CA”, repetía mientras señalaba las sílabas.
Las estadísticas
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2001 existían 731 984 analfabetos puros en el país. Esto representa
el 9% de la población.
Las 16 provincias declaradas como alfabetizadas el pasado 26 de junio son Azuay, Bolívar, Cañar, Cotopaxi, Chimborazo, El Oro, Imbabura, Loja, Los Ríos, Manabí, Napo, Zamora Chinchipe, Galápagos, Sucumbíos, Orellana y Santo Domingo de los Tsáchilas.En la primera banca, María Arellano (40 años) completaba en su libro. Su letra aún era deforme. “Yo hablo con lágrimas en los ojos. Esta es una oportunidad que tengo que aprovechar”, contó la mujer. Arellano vive en la ciudadela Los Rosales (norte). “Me dediqué a tener hijos y trabajar. Nunca pude estudiar”.
En ese establecimiento el programa de alfabetización del Ministerio de Educación empezó el 6 de junio pasado. Desde esa fecha, 110 alumnos adultos asisten todos los sábados a las clases.
Gina Macías, secretaria (e) de alfabetización del plantel, dice que los estudiantes se preparan los miércoles y jueves. Además de conocer cómo tratar a quienes no saben leer ni escribir, arman un plan de clases. “Hay cuatro brigadas que se encargan de enseñar lenguaje, matemáticas, sociales y ciencias naturales”.
En 2007, el Ministerio lanzó oficialmente el programa Manuela Sáenz. El pasado 26 de junio se declararon 16 provincias libres de analfabetismo. “Ahora hemos cumplido la primera meta que es declarar al país territorio alfabetizado. Y vamos hacia la conclusión de la educación básica”, dijo Mery Gavilanes, directora nacional de Educación Popular Permanente.
Para agosto está previsto declarar al país como “territorio libre de analfabetismo”. Esto según Gavilanes, por la reducción de la tasa de analfabetismo del 9 (2001) al 3%. Organismos como la Unesco requieren que esa tasa se ubique por debajo del 3,9%.
“No se ha logrado erradicar el analfabetismo, lo que se ha hecho es llegar a un porcentaje tolerable con el de los organismos internacionales”, agregó.
Santa Elena, Guayas, Esmeraldas y Morona Santiago son las provincias que registran una tasa de analfabetismo mayor a 3,9%. La meta es que en agosto esas provincias cumplan ese porcentaje. “Hay quienes tienen posibilidades para ir a la escuela y no aprovechan, yo no culpo a mi padre, a veces no había ni para desayunar”, relató Teresa Apolinario. Esta mujer de 51 años recibe clases todos los viernes en el Liceo Cristiano Peninsular, en La Libertad (Santa Elena).
Con la mirada fija en el pizarrón lee despacio los números de página anotados. Después de descifrarlos, rebuscó entre sus copias los ejercicios de matemáticas que debía realizar. “Desde el año pasado soy como una niña estudiosa”, dijo sonriente.
Apolinario creció en la comuna Manglaralto. A los ocho años se percató que los niños del pueblo iban con sus uniformes a la escuela. “Un día mientras acompañaba a mi papá le dije que quería estudiar, él me contestó que no tenía cómo hacerlo”.
En la elección del 26 de abril pasado Apolinario sufragó por primera vez. “Por vergüenza de no saber firmar nunca saqué la cédula… Mi letra está feíta”.
A su lado, Nelly Lucas sostenía un lápiz de dos colores. Para llegar al Liceo, ella recorre media hora en bus. “No estudié de niña porque tenía muchos hermanos y éramos pobres”, señaló la mujer de 53 años.
Aunque estudió en un colegio nocturno, no culminó la escuela porque debía trabajar. “Quiero leer la Biblia como todo el mundo la lee, yo aún deletreo”.
La coordinadora del programa en ese plantel, Yalena Pillasagua, aseguró que los motivos de deserción son el trabajo. Y en las mujeres, los problemas que tienen con sus cónyuges.
En un escritorio, Dionisia Tomalá, dibujaba con cuidado su nombre en un cuaderno bajo la tutela de su nieto Jonathan.
El año pasado, la mujer de 67 años dejó de ser una analfabeta pura. Es decir, aprendió a leer y escribir. Pero después de la fiesta de fin de curso no regresó al programa. “Me metí porque no sabía leer… Yo ya soy abuelita, ¿para qué estudiar más?”.
Punto de vista. Patricio Cajas/ Contrato Social por la Educación
‘Es un avance’
La declaración de territorios o países libres de analfabetismo no le corresponde hacerla a los gobiernos por sí mismos. Se tiene que cumplir con los mínimos que plantea la Unesco (3,9%).
El programa del Ministerio claro que es un avance, pero tiene que estar apoyado con procesos educativos de más largo aliento. No es únicamente aprender a leer y escribir sino dar acceso a la tecnología y a procesos educativos mayores.
Hay que reconocer el esfuerzo de los gobiernos locales para implementar programas. Dentro de la propuesta del Gobierno es importante el papel de los estudiantes. Por el contacto con otras realidades valoran lo que hacen.