Vecinos del barrio La Paz, en Quito, piden silencio en las noches

El miércoles 5 de febrero del 2020, la Whymper se llenó de autos hasta en zonas prohibidas recientemente. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO

El miércoles 5 de febrero del 2020, la Whymper se llenó de autos hasta en zonas prohibidas recientemente. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO

El miércoles 5 de febrero del 2020, la Whymper se llenó de autos hasta en zonas prohibidas recientemente. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Cornetas, vuvuzelas, pitos, campanas y gritos. Todo sirve a un grupo de entre 20 y 50 vecinos de las calles Whymper y Paul Rivet, en el norte, para protestar. En los muros de algunas casas y edificios se lee “Tus noches de fiesta no me dejan dormir. No bares, en La Paz”.

En mayo consolidaron el comité barrial y desde diciembre se juntan cada semana para hacer ruido afuera de 11 locales que consideran problemáticos. Todos, salvo uno (en la esquina de la av. Orellana, con categoría de uso múltiple), tienen Licencia Metropolitana Única para el Ejercicio de Actividades Económicas (LUAE) para R2.

Diego Proaño, preside la organización barrial, vive ahí hace 23 años. Cuenta que esta no es su primera batalla para reducir el ruido, pues a fines de los noventa, los vecinos lograron cerrar 12 restaurantes que funcionaban como bares.

Pero desde el 2012, dice, volvieron los problemas. Restaurantes, cervecerías y hoteles se llenaban de gente y ganaban fama. En diciembre, los vecinos se hartaron del ruido de los locales y de los líos en la calle.

Catalina Bolaños y su esposo, Patricio Troya, vivieron en el sector hasta el 2017. Cuando volvieron en el 2019, notaron cambios: antes, había gente paseando a sus mascotas o trotando y otros iban a comer en algún establecimiento. Ahora hay locales que desde las 23:00 “se vuelven discotecas”, donde la gente bebe en exceso.

El ruido afecta principalmente a personas de la tercera edad, como a unos vecinos de la calle Rivet, que llevan ahí 35 años. Según Bolaños, los dueños de casa deben recoger botellas y basura de su jardín.

Juan Pablo Encalada
es dueño de La Aldea, que está en la Whymper desde el 2015 y que ofrece música en vivo. Pero hace unos seis meses empezaron los problemas. Dice que su local cumple con normas de insonorización y respeta su LUAE, pero ha recibido silbatinas de los vecinos.

Los vecinos de La Paz pusieron el sábado 8 de febrero del 2020 carteles de su campaña en contra de locales que funcionan como bar. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO

Sus comensales se incomodan con las protestas, que “hacen más bulla que los restaurantes”. Ha perdido clientes, porque las winchas de la AMT se llevaron varios autos, incluidos el suyo y el de la dueña de casa, pese a que no había señalización que prohibiera parquear. A fines de enero, la Epmmop colocó los letreros.

Una vez invitó a la gente que protesta a entrar a su local, para
que vea que tiene distintivo Q, de Quito Turismo, que algunos vecinos son sus clientes y que trabaja con buenas prácticas, junto a gestores ambientales.

Pero los vecinos insisten en que la música en vivo y el licor no son compatibles con la zona. Proaño, Bolaños y Troya muestran fotos y videos de gente bebiendo en la calle y oyendo música en sus autos. Dicen que han visto a hombres y mujeres orinando en la calle y peleas entre personas ebrias.
Sus quejas alertaron a las autoridades. Daniela Valarezo, intendenta de Pichincha, dice que el 2019 se hicieron 12 operativos nocturnos en La Paz, en los que se inspeccionaron 16 negocios y se clausuraron 3.

Esto se ha intensificado y en lo que va del 2020 se visitaron 12 establecimientos y ya se clausuró a uno. Según Wellington Sánchez, de la Secretaría de Seguridad, desde el 10 de diciembre hubo ocho operativos conjuntos a distintas horas, que suman 25 locales. Algunos enfrentan procesos administrativos. Los propietarios de locales deben hacer correctivos y presentar descargos. Si cumplen con eso, pueden seguir funcionando.

El urbanista Jacobo Herdoíza recuerda que el sector fue planificado a la par de la av. González Suárez, primaba la vivienda unifamiliar y luego creció a edificios de seis y ocho pisos, que albergan a gente de clase económica media alta. Tiene influencia de las av. 12 de Octubre, Colón y 6 de Diciembre, con presencia corporativa y hotelera. Por eso, La Paz se volvió un nicho de oferta gastronómica y entretenimiento.

“Sus restaurantes generan un dinamismo comercial valioso para la ciudad y para el sector y han permitido recuperar viviendas unifamiliares con valor arquitectónico”, dice Herdoíza. Pero subraya que el problema son los bares, porque causan ruido, congestión e inseguridad y eso lo debe controlar mejor el Municipio.

El barrio no está en contra de que haya restaurantes, dice Troya, pero piden que trabajen según lo que les permiten las ordenanzas. Proaño agrega que han conversado con dueños de locales, pero no todos han moderado su actuar y considera que hay negocios atractivos, pero mal ubicados.

Los vecinos dicen que un restaurante debe abrir hasta las 22:00. Pero Valarezo explica que, por consideraciones turísticas específicas, pueden funcionar de 06:00 a 00:00 entre semana y de jueves a sábado, hasta las 02:00. En la zona se puede expender licor solo para acompañar comidas, según al acuerdo Ministerial 0069 del Ministerio de Gobierno.

Rafael Carrasco, secretario de Territorio, afirma que en ese sector el Municipio está implementando estrategias de insonorización en los locales y de control del espacio público.

Explica que hay sectores propicios para actividades mixtas en planta baja, que incentivan a un urbanismo activo, caminable e incluyente, lo cual fomenta la seguridad, porque entre más gente esté en la calle, más seguro es un espacio público.

A futuro hay planes de aumentar la densidad poblacional del Distrito, que evite tejidos monofuncionales que a ciertas horas se vacían, se vuelven peligrosos y motivan la construcción de muros altos y de urbanizaciones cerradas.

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