El martes pasado (27 de marzo del 2018), un equipo de Habitantes de calle recorrió en Centro Histórico. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
A sus 10 años no sabía leer ni escribir. Aprendió a contar solo para sumar las monedas que ganaba vendiendo caramelos o lustrando zapatos en el Centro Histórico.
Jonathan durmió parte de su infancia en el antiguo Cumandá. Solo. Con hambre. Con frío.
Hijo de padres alcohólicos, nunca terminó un año lectivo. Hoy, con 19 años, es el escolta del Pabellón Nacional del Colegio Municipal 9 de Octubre. Estudiará Jurisprudencia. Quiere ser juez.
Al preguntarle si se puede publicar su nombre, responde un rotundo “por su puesto”. “No me avergüenzo de lo que fui ni de lo que soy”.
En Quito, 26 678 niños y adolescentes trabajan. De ellos el 44% llega a la capital desde la Sierra Centro, según la Secretaría de Inclusión del Municipio. Jonathan ya no es parte de esas estadísticas.
Una noche, estaba junto a sus dos únicos amigos intentado dormir cuando dos adultos se le acercaron. Se ganaron su confianza y poco después ingresó a la Casa de la Niñez, un programa del Patronato San José, que busca atender a menores en situación de riesgo.
Desde entonces, Jonathan -moreno y bajito-, dejó de lado la soledad a la que estaba acostumbrado.
En el centro encuentra techo y alimento. Solo en vacaciones vuelve a trabajar vendiendo caramelos para comprarse ropa y zapatos.
Detrás de la historia de Jonathan está el proyecto Habitantes de calle, del Patronato. María Fernanda Pacheco, presidenta de la entidad, explica que, desde el mes pasado, se intensificó el trabajo y la siguiente semana se habilitará la línea 1 800 Contigo (2668446).
Así, las personas que identifiquen niños trabajando en la calle, o en situación de mendicidad, podrán alertar a la autoridad y de forma inmediata un equipo de Habitantes de calle atenderá el caso.
Desde el 2014 hasta marzo del 2018, el Patronato ha atendido a 5 500 niños, niñas y adolescentes en los centros de erradicación del trabajo infantil. Además, a 3 850 personas con experiencia de vida en calle o en situación de vulnerabilidad, y a 1 551 niños, adolescentes y adultos con problemas de consumo de drogas.
Pacheco explica que entre el 2016 y el 2017, la entidad municipal hizo 1 281 abordajes a personas con experiencia de vida en calle y detectaron que el 40% de los niños de esa muestra trabaja. El resto, en cambio, acompaña a sus padres.
El estudio reveló que el 47% de los niños que trabajan en esas zonas tienen menos de tres años. El 52% de los niños que trabajan en La Mariscal, por ejemplo, viene de Cotopaxi, Tungurahua o Chimborazo.
Acercarse a una persona en situación de mendicidad o a un niño trabajador no es sencillo. La primera reacción es el rechazo por lo que cada persona amerita una estrategia distinta.
A las 16:00 de un martes, Paúl Túquerres, uno de los promotores comunitarios del equipo Habitantes de calle, se acercó a un pequeño de nueve años cerca al Mercado de San Roque. Lo hizo con una pelota.
¿Te gusta el fútbol? Y el pequeño asintió. Conversaron un poco y Túquerres le dijo que puede ganarse una beca para aprender el deporte.
Le entregó un papel y le dijo que lo único que debe hacer para empezar los entrenamientos es entregar ese documento a sus padres, y que ellos se comuniquen vía telefónica con el promotor. Esa misma noche, los padres del pequeño llamaron, y el trabajo con el niño y la familia arrancó.
Cada día hacen en promedio 20 abordajes. En los recorridos han identificado a niños que trabajan más de 50 horas a la semana. El objetivo es que una vez que ingresen al programa, las horas que le dedican al trabajo callejero bajen.
Según Pacheco, los resultados de los programas ya son visibles: el 15% de los casos atendidos han dejado de trabajar y se han mantenido así por al menos un año.
Túquerres suelta otro dato: cerca de un 90% de las personas abordadas tienen algún problema psicológico fuerte debido al consumo y a la convivencia en calle, como depresión, intento de suicidio, dependencia de drogas.
Las brigadas han identificado varios sectores donde este problema se concentra con mayor fuerza: San Roque, La Libertad, El Placer Alto, La 24 de Mayo, La Marín.
En el sur: las laderas del río Machángara, el sector del Mercado Mayorista, Quitumbe , El Recreo y la Atahualpa. En el norte, las vías que rodean los centros comerciales Quicentro, Naciones Unidas y Jardín.
Para Wálter Heredia, sociólogo y catedrático universitario, la mendicidad y el trabajo infantil son actores que siempre serán parte de la sociedad. Sin embargo, pueden controlarse con la aplicación de políticas correctas, con el desarrollo de programas de largo aliento, y con la implementación de iniciativas que busquen vincular a la comunidad con esta problemática.