Jaime Ariza, de 92 años, y su hermana menor Cecilia han vivido durante 45 años en la Av. 9 de Octubre. No quisieran que en su zona haya ruido. Foto: Mariela Rosero/ EL COMERCIO
La intención del español Juan Mérida, de 24 años, es indagar sobre los procesos de gentrificación que ya ocurren en Quito. El término está muy relacionado con “la desvalorización y revalorización de un territorio, que lleva a la expulsión de los habitantes originales por una nueva clase media”.
Este estudiante de la maestría de Sociología en la Flacso es parte del grupo de trabajo Derecho a la ciudad y del Departamento de Asuntos Públicos. El 14 de abril empezaron en La Casa del Árbol de La Floresta, un ciclo de seminarios o charlas itinerantes en diferentes zonas. El martes 28 de abril estuvieron en un espacio denominado La Casa, en la Olmedo y Guayaquil. El 12 de mayo planean reunirse en San Roque. Lo harán hasta fines de julio.
Su acercamiento al tema de la gentrificación comenzó en septiembre del 2013, cuando los residentes de La Chilena recibieron cartas de expropiación de Inmobiliar. En sus casas se pensó ubicar a embajadas. Ellos se movilizaron y no permitieron ser expulsados del centro.
“La gentrificación está ligada a los desarrollos desiguales que se dan en las ciudades”, indica Mérida, originario de Zaragosa. Precisa que por el proceso de acumulación y revalorización de algunas zonas, en Quito ya se vive una suerte de ampliación de la urbe hacia la zona del nororiente, de los valles, desde hace unos 20 años.
Esta ‘ampliación’ ocurre de forma fragmentada, a través de nuevas vías, la Ruta Viva, los nuevos enlaces hacia el aeropuerto, que generan nuevos núcleos urbanos. Esto transforma todas las relaciones sociales y se crean otras centralidades, ya no la histórica en el Casco Colonial sino nuevas.
Jaime Ariza, de 92 años, y su hermana menor Cecilia, han vivido 45 años en la av. 9 de Octubre y calle Vicente Ramón Roca. “Ojalá que nuestro sector no se dañe. Más abajo, también en La Mariscal, hay discotecas y karaokes, mucha bulla, que no es agradable para quienes residimos acá”. La señora quiere mantenerse en el sector. También otros moradores que pelean para que esta zona rosa de la capital no pierda el carácter residencial.
Según el grupo de investigadores, el papel de los vecinos es trascendental en los procesos de gentrificación. De su organización y capacidad de incidir en las políticas municipales dependerán los cambios que sucedan. Mérida considera que algo así ya se vive en La Floresta, en donde se incorporan nuevas formas de vida, personas relacionadas con las universidades, el mundo del arte… Eso supone un impacto fuerte en la población popular del sector.
Un ejemplo de lo que se afronta en este barrio es el aumento del costo de los alquileres, que beneficia a un grupo de dueños de casa. Pero que afecta los costos de vida, de las necesidades básicas.
En el Centro Histórico es evidente que ocurren procesos de gentrificación. “Incluso se habla de interés de inversionistas de Qatar”, menciona Mérida. También las obras monumentalistas construidas para revitalizar un espacio público como en la 24 de Mayo. Le parece que no han tenido impacto porque se hacen para los turistas y no para la gente.
Señala otros puntos en donde se está produciendo gentrificación como la zona de influencia del nuevo aeropuerto. Dice que las comunas, muy relacionadas a la producción agropecuaria, tenían una relativa autonomía productiva. Indica que las nuevas vías y los procesos de urbanización limitan esa producción agropecuaria de la zona. “Llegan las inmobiliarias y la riqueza especulativa de la zona se ha vivido con la comuna del Guambi o parroquia de Tababela, con la instalación del nuevo aeropuerto”.