Las historias de fe inspiraron tres procesiones por el Divino Niño en Guayaquil y Durán

En la Iglesia San Alejo ubicada en Eloy Alfaro y Chiriboga en el sector de la Bahía (centro de Guayaquil) inició la procesión del Divino Niño. Foto: Enrique Pesantes / El Comercio

En la Bahía de Guayaquil le dicen el protector. Es como conocen al Divino Niño desde aquel incendio del 5 de diciembre de 1997, cuando 11 personas murieron luego de que el polvorín empezara en una bodega que almacenaba camaretas y petardos.
Milagrosamente, entre las cenizas, recuerdan que la imagen del Niño de Belén quedó intacta. “Cada año hacemos con devoción esta procesión. Esta es la décimo tercera ocasión y reunimos a unas 2 000 personas. La fe mueve montañas”, contó Simón Naranjo, presidente de la Cofradía del Divino Niño.
Él y otros comerciantes dejaron este 25 de diciembre del 2015 sus negocios en este popular sector del centro de la urbe para asistir a una misa en la iglesia San Alejo, a las 11:00. Después de recibir la bendición grupal y el rocío del agua bendita del padre César Piechestein, salieron por las calles cercanas.
El rostro de Joffre Escalante se enrojeció cuando ayudaba a bajar la pesada escultura del altar. Trabaja en la Bahía Huayna Cápac y siempre evoca aquel incendio y la acción defensora del Divino Niño. Por eso se lo tatuó en la piel, en un hombro que dejó descubierto para dar fe de su confianza. “Todos los años hago este sacrificio, todos los años lo ayudo a cargar”, dijo casi sin aliento.
Las alabanzas de los fieles se mezclaron con el estruendoso reggaetton que ambientaba los locales de venta de CD’s. El Divino Niño se abrió paso junto a esas veredas que, por estos días de diciembre, se desbordan con almas que buscan comprar desesperadamente. Danzantes y músicos encabezaron el recorrido de casi 10 kilómetros. Los paraguas multicolores cubrieron a la multitud -sofocada por el intenso sol guayaquileño-, mientras avanzaba por la avenida Malecón. Su destino fue la iglesia Nuestra Señora de Fátima, en el suroeste de la ciudad.
Esta es una de las tres procesiones movidas por la fe al Divino Niño. Otra se toma las calles del norte, desde el Parque Samanes hasta Mucho Lote II donde se construirá un santuario en su honor. Pero una de las más masivas es la del cercano cantón Durán. Desde temprano, decenas de personas hacían penitencia, atravesando a pie los extensos Puentes de la Unidad Nacional, cargando pequeños pesebres en sus manos.
Tradicionalmente, la procesión del Divino Niño salía desde la Bahía de Guayaquil y concluía en Durán. Pero a causa de las filas interminables de autos estancados se optó por dividirlas. Para Francisco Murillo es un deber acudir cada año al gran santuario duraneño. Asiste desde temprano a una de las misas, con un puñado de velas coloridas y su santo, el de las manos elevadas al cielo. “A mi hijo le diagnosticaron diabetes. Le recé a mi Niño Divino, como no tiene idea; y después de otros exámenes los médicos dijeron que no tenía nada”.
Ayer se cumplieron 20 años de esta peregrinación católica, prevista para las 14:00. Para el padre Alejandro Rodríguez, rector del templo, en este aniversario participarán unos 100 000 devotos, quienes caminarán casi ocho kilómetros desde la estación de ferrocarriles, en el ingreso al cantón, hasta la iglesia.
Jacqueline Espinoza cumple esta promesa desde hace seis años, la edad de su hija. “Cuando ella nació, mi esposo estaba en terapia intensiva. El Divino Niño lo sanó y yo se la consagré”, recuerda. Desde entonces, la pequeña Jisleyner del Jesús es su compañera de fe en la extensa caminata.