Aparte de que el hombre es el único animal que se tropieza en la misma piedra, tengo por seguro que eso de la falta de memoria, tanto del individuo como de la colectividad humana, responde a factores que la limitan y se deben a causas que van desde la alimentación hasta las conductas que son el resultado de su evolución cultural.
En los animales de experimentación sometidos a dietas carentes de los diversos aminoácidos esenciales, se tiene claro que algunas de ellas, como las de triptofano y colina, conducen a debilitamiento de la memoria: olvidan cómo llegar al lugar en el que se hallan sus alimentos pasando por un laberinto. Bien puede ser el caso de esa pobre memoria que acusan los escolares de las áreas rurales o de esa criadita mal comida y peor alimentada a la que se le manda a hacer las compras, se olvida alguno de los encargos y ante el reclamo de la patrona enfurecida responde ‘adió, miolvidado’.
Lo que ya resulta más complicado es dar con las explicaciones de por qué se producen esos ‘olvidos’ que ocasionan víctimas inocentes. Se trata de transgresiones a ordenanzas claras y precisas: el acceso de grandes camiones a las zonas urbanas tiene horarios y rutas preestablecidas y no pueden circular por pendientes pronunciadas cuando están cargados; el transporte público debe someterse a revisión actualizada de frenos, dirección y estado de las llantas. Que los dueños de los vehículos y los choferes se ‘olviden’ de tales extremos se comprende, es un decir, pero no se justifica. Lo que resulta inexplicable, a simple vista, es que los policías de tránsito no tengan presente tales ordenanzas, vean impávidos la circulación de buses que queman aceite y se caen de viejos y que tan solo se acuerden de lo que es parte de sus obligaciones cuando ocurre un accidente con muertos y heridos. ¿Que lo mismo ocurre en los países africanos subsaharianos? Sí, para nuestra desgracia.
Casi todos los días paso por El Trébol y lo que veo me pone los pelos de punta: centenares de casas, incluidos pequeños conjuntos residenciales, construidas en laderas de pendiente pronunciada, algunas al borde de precipicios, todas asentadas sobre chocoto. De continuar los diluvios o producirse un terremoto de los anunciados, todas aquellas construcciones rodarían al fondo de la quebrada. ¿Es que no hay una ordenanza municipal que prohíba construir una casa cuando el peligro es evidente? Lo que pasa es que al ‘salvaje’ que concedía los permisos de construcción se le ‘olvidaron’ tales ordenanzas. La civilización arrinconada ante el embate de la barbarie. Pobrecito un país de personas buenas en el que el imperio de la ley es un mito. ¿Deberemos esperar cien años para vivir en un país civilizado? No: parece llegada la hora de que nos empeñemos a fondo en superar etapas primitivas.