La inestabilidad financiera parece haber pasado, los valores de las acciones en los mercados de valores recomenzaron su despegue, y los bancos de inversión volvieron a tener sendos beneficios. Todavía no se ha vuelto a titularizar y a esparcir derivados como en los “buenos tiempos”, pero no faltará mucho.
Este es el contexto en el que los países del G20 se reúnen en Pittsburg para llegar a consensos que fortalezcan el sistema financiero internacional.
Las secuelas del crack ya no llegan a las primeras portadas. La opinión pública ya no demanda con fervor más medidas económicas y, en general, ha menguado la presión para que se consiga enmendar el sistema financiero a nivel internacional.
Por lo que ahora los países del G20 se encuentran en un verdadero dilema del prisionero. En donde todos saben que los mejores resultados se conseguirían si hay una colaboración en conjunto; pero a su vez cada país tiene interés en defender únicamente sus propias ventajas para así guardar su propio bienestar.
Ahora el consenso internacional es mucho más difícil, puesto que las economías ya no tienen la urgencia de unir sus manos y cooperar.
Es por esto que la agenda propuesta por los países es tan dispar. Francia plantea una regulación de los bonus –a las que se oponen Wall Street y la City– y de establecer sanciones para los paraísos fiscales. Brasil e India buscan una reforma del FMI y del Banco Mundial; Inglaterra quiere trabajar en un consenso sobre las políticas de crecimiento, y así sucesivamente.
Asimismo, las acciones de los países parecen abandonar el objetivo de la búsqueda del bien común para asegurar sus propios intereses. Por ejemplo, los Estados Unidos que se “hacen los locos”, comprometiéndose únicamente de palabra, a aplicar las normas prudenciales acordadas en Basilea, según las cuales se debe obligar a los bancos a mantener ciertos niveles de fondos propios para que puedan protegerse de los riesgos. Entonces, ¿qué se puede esperar de Pittsburg? ¿Para qué sirve?
Posiblemente se dé un “¡tierra a la vista!”, anunciando que el fin de la crisis se ve en el horizonte. Como señala el analista León Hadar, los 20 líderes transmitirán un mensaje de confianza y optimismo –positivo para la economía– pero no se puede esperar resultados tangibles en términos de nuevas políticas.
Se habla de que la crisis ya ha pasado por que técnicamente la mayoría del G20 ha salido de la recesión. Pero el fin de la crisis no está vinculado únicamente a los índices económicos sino a la superación de las debilidades del sistema financiero; como dijo la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, “la crisis quedará atrás nuestro cuando hayamos verdaderamente lidiado con las fallas en la raíz”.