Ya ha pasado un mes desde que el nuevo Alcalde y los concejales han asumido las altas responsabilidades que le encomendaron los ciudadanos.
Desde tiempos remotos, el Cabildo es el núcleo principal y más representativo de la democracia, aquel espacio donde los vecinos ven reflejados sus afanes de progreso y desarrollo personal y familiar.
El Municipio, como ente responsable de las tareas cotidianas, tiene, en consecuencia, altas funciones que repercuten en el acontecer cotidiano de la gente. Según estudios de opinión recientes, la inseguridad pública y el tráfico vehicular son, en la percepción de los quiteños y habitantes de la capital, el principal foco de preocupación.
Una vez que las autoridades se han organizado, los estamentos políticos municipales de elección popular han repartido responsabilidades y los personeros nuevos han conocido pormenores del complejo organigrama municipal, es hora de emplearse a fondo en las tareas esenciales.
El alcalde Augusto Barrera ofreció en la campaña electoral reorganizar las corporaciones, dichas entidades habían venido funcionando como parte de un esquema de participación público-privada y en algunos casos su eficiencia fue demostrada. Hoy, por una distinta concepción ideológica de la administración pública, el Municipio retomará algunas de esas funciones.
Es de esperar que este cambio no entrañe ni una visión centralista de la administración de la urbe ni un exagerado rediseño burocrático para dar cabida a los partidarios del grupo político triunfante y, mucho menos, un retroceso en la agilidad de la administración de estos espacios vitales para la marcha de una ciudad como Quito, con las complejidades y problemas de una gran capital.