Prevenir y aprender a convivir con el covid-19 se aconseja en la emergencia

El 4 de abril de 2020, se ve a dos hombres con máscara mientras caminan por el área de San Marcos en Nueva York, Nueva York, EE.UU. Foto: Foto: AFP

Ni el dinero, la fama o los cargos de representación pública dan inmunidad. La nueva cepa de coronavirus, que causa el covid-19 -reiteran los médicos- no es selectiva. Dos tercios de la población del planeta podrían contagiarse.
En estos días, el ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, dijo que el 60% de personas en el mundo podría infectarse, en 120 días. Citó estudios de la Universidad de Harvard y de los Centros de Control de Enfermedades, de EE.UU.
En Ecuador, el primer diagnóstico de este coronavirus se tuvo el 29 de febrero. Aunque de este mal se oyó ya el 21 de enero, cuando un ciudadano chino fue señalado como caso sospechoso. En China, en un mercado de Wuhan, el brote empezó en diciembre del 2019.
La distancia entre Asia y la región hizo creer que el mal no llegaría acá. Entonces, usar mascarillas era aún cosa de ese continente y de médicos.
Lo admite Diana, de 25 años, desde Daule. Sintió miedo hace dos semanas cuando su esposo, de su misma edad, tuvo fiebre alta y tos seca sin flema que le quitaba la fuerza. “También dolor muscular, de cabeza y de ojos; le faltaba el aire”.
Él y sus suegros, de más de 45 años, fueron a un centro médico privado. En el 171 les dieron cita para el 11 de abril.
No les hicieron la prueba diagnóstica. Pero con los síntomas, más una radiografía de los pulmones, el médico dio por sentado que la neumonía de su suegra era parte de este virus, que supera el millón de contagios en el planeta.
Ahora el joven se siente aliviado; creen que los fármacos y las vaporizaciones con mentol han ayudado. Él ha recuperado el gusto y el olfato. Su madre sigue con tos. Pero no han necesitado hospitalización.
El 80% de los infectados se recupera sin un tratamiento especial. Y uno de cada seis se pone grave, con dificultad para respirar, anota Freddy Torres, jefe de Infectología del Hospital Carlos Andrade Marín, del IESS. Para este doctor y para David Larreátegui, también médico internista, especializado en infectología, hay que prepararse para convivir con este virus. Y todo dependerá del sistema inmunológico.
La edad, en los extremos de la vida, adultos mayores y menores de 5 años -apunta Larreátegui- siempre es un factor de riesgo. También tener diabetes, hipertensión o ser fumador, porque no es igual atacar un pulmón dañado que uno sano. Pide aprender a reconocer síntomas como fiebre de 38,3 grados; 12 respiraciones cada 30 segundos, con la mano en el pecho; cansancio al lavar platos, dolor toráxico.
En su consulta privada, ha atendido a colegas con covid-19, que lo han vivido como un ‘trancazo’ o resfrío fuerte; ha visto solo un caso grave, de una persona de 71 años, que está intubado; fue contagiado por su hijo, que vino de Guayaquil; el joven no se puso mal.
Torres resalta la importancia de mantener medidas como la distancia social y evitar aglomeraciones. En un mercado, dice, entre 150 personas no se sabe quién pudiera portar el virus, pues muchos contagiados suelen ser asintomáticos.
Si de ese grupo, 20 a 30 personas tienen la covid-19, hay más riesgo para los sanos. El peligro de contagio es directamente proporcional a la cantidad de personas en un lugar.
“La carga viral es más densa en un centro de abastos. Es muy posible contagiarse si se sale de casa y se rodea de gente que puede diseminar el virus”.
El HCAM tiene un área para estos pacientes; hay casos con síntomas moderados que requieren algo de oxígeno. El 80% es de más de 60 años, el resto, de 30 a 47. Uno en terapia intensiva, de 46 años, se complicó porque es hipertenso.
“Hay que lavarse las manos”, insiste la epidemióloga Josefina Coloma. En la cabeza de un alfiler, responde, entrarían miles de estos coronavirus. “No es un ser vivo, puede llamarlo intruso, pero no es científico”, corrige. “Necesita entrar en una célula para reproducirse; el cuerpo responde con una neumonía, shock, etc.”.



