Biskek, AFP
El depuesto presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev, arengó hoy a miles de partidarios, en abierto desafío al gobierno interino, en un país amenazado por un nuevo baño de sangre y por la bancarrota financiera.
Bakiyev, que se niega a dimitir, se mostró por primera vez en público en su pueblo de Teiit (sur) , adonde huyó tras los disturbios entre manifestantes y policías que el miércoles pasado dejaron 81 muertos en Biskek, la capital.
En su discurso desde las escaleras de la alcaldía local, aseguró que sigue siendo presidente de esta ex república soviética de Asia central y acusó a los miembros del gobierno interino de ser unos “verdaderos gángsters”.
“Tenía razones para esconderme. Como saben, el poder me fue arrebatado por la fuerza (…)”, declaró.
“Soy el presidente y nadie tiene el derecho de obligarme a dejar mi cargo. No es una revolución, es una usurpación del poder”, dijo Bakiyev, quien pidió nuevamente a la ONU que envíe cascos azules a su país.
Es la primera vez que Bakiyev aparece en público tras haber dejado la capital. El gobierno interino, dirigido por la ex canciller Rosa Otunbayeva, le pidió que dimitiera y lo acusa de fomentar una guerra civil.
Los adversarios de Bakiyev lo acusan de nepotismo, autoritarismo y de ser responsable del alza del coste de vida en este país que vive en permanente crisis económica.
El gobierno interino reaccionó el lunes a las declaraciones de Bakiyev y anunció que contaba detenerlo, pero que la operación había sido suspendida de momento para evitar más derramamiento de sangre, teniendo en cuenta que el presidente derrocado estaba rodeado por numerosos partidarios.
“El gobierno interino prepara una operación para detener al presidente Kurmanbek Bakiyev. No la hemos empezado ya que no queremos tocar a la población civil”, indicó el número dos de las autoridades interinas, Almazbek Atambayev.
“Bakiyev utiliza a los habitantes del pueblo como escudos humanos”, denunció.
Las relaciones entre el norte de Kirguistán -cuna de la sublevación de la semana pasada- y el sur del país, feudo de Bakiyev, son generalmente tensas, y pueden desembocar en más violencia o incluso en una guerra civil, según analistas.
La estabilidad de Kirguistán es clave para Asia central, ya que Estados Unidos dispone allí de una base militar, esencial para desplegar sus tropas en Afganistán. Esta base es mal vista por los rusos, que tienen su propia base a pocos kilómetros de la norteamericana, y consideran que esta región del mundo forma parte de su zona histórica de influencia.
Atambayev viajó después de la sublevación precisamente a Moscú, para pedir una ayuda económica de urgencia, ya que el país está en quiebra. Según el gobierno interino, las finanzas del país fueron saqueadas por el entorno de Bakiyev, que dejó apenas unos 22 millones de dólares (16 millones de euros) en las arcas del estado.
“En Moscú encontré un apoyo total”, aseguró Atambayev, estimando que la ayuda financiera de Rusia podría llegar a “más de 10 millones de dólares” , aunque todavía no haya una ayuda concreta de Rusia, que no la habría condicionado al cierre de la base norteamericana.