Biskek, AFP
Kirguistán estaba hoy de duelo por los enfrentamientos sangrientos y atenazado por el temor de nuevos disturbios entre los partidarios del presidente depuesto Kurmanbek Bakiyev, que se niega a dimitir, y el gobierno provisional instaurado por la oposición.
La estabilidad de esta ex república soviética de Asia central es capital para Estados Unidos, que dispone de una base militar clave para las operaciones de transporte de material a sus tropas desplegadas en Afganistán.
El destino de esta base aérea, que Rusia ve con muy malos ojos, está en manos del nuevo gobierno. De hecho algunas voces acusan a Moscú, que tiene una base militar a pocos kilómetros de la norteamericana, de estar detrás de la caída de Bakiyev.
“No creo que Rusia o Estados Unidos estuviesen implicados en estos hechos”, dijo sin embargo Bakiyev en una entrevista con la AFP en su feudo de Jalal-Abad.
El número dos del gobierno provisional kirguiso, Almazbek Atambayev, viajó el viernes a Moscú para pedir ayuda económica a Rusia.
Entretanto miles de personas se concentraron en la plaza central de Biskek, frente a la sede de la presidencia y del Gobierno, epicentro de la revuelta del miércoles, para recordar a los 76 muertos, según un balance oficial.
Durante una visita a un hospital, la jefa del gobierno provisional, Rosa Otunbayeva, advirtió de la posibilidad de nuevos disturbios.
“En el Sur, los partidarios de Bakiyev intentan que vuelva al poder”, declaró a los periodistas.
Además Otunbayeva rechazó negociar con él después de la sangrienta insurrección que habría dejado unos mil heridos.
Bakiyev, refugiado en su feudo de Jalal-Abad, en el sur, niega ser responsable de los enfrentamientos porque, según dijo, no dio “la orden de disparar”.
Ante la nueva situación, dice estar “dispuesto a negociar” con la oposición, para evitar “una guerra civil”.
Bakiyev, que llegó al poder en marzo de 2005 gracias a una revolución violenta, se volvió impopular por su estilo de gobierno. Se le acusa de autoritarismo, de nepotismo y de corrupción en un país sumido en la miseria.
El jefe de gabinete de Otunbayeva, Edil Baisalov, lo acusó el viernes de haber vaciado “las arcas del Estado” antes de huir de Biskek.
El gobierno provisional anunció la apertura de un expediente judicial contra Janych Bakiyev, el hermano del presidente depuesto y jefe de su guardia presidencial, por haber dado presuntamente la orden de disparar el miércoles contra los manifestantes.
“Los investigadores piensan que la responsabilidad (de los enfrentamientos) recae sobre el jefe del Servicio de Seguridad del Estado, Janych Bakiyev. Se emitió una orden de detención”, declaró Azimbek Beknazarov, encargado de la justicia en el seno del gobierno interino, a la televisión KTR.
En este clima inestable, la Unión Europea (UE) anunció el envío de un emisario a Kirguistán para ayudar a hallar una solución a la crisis en esta ex república soviética “junto a sus socios internacionales”.
El jueves, un representante del primer ministro ruso, Vladimir Putin, afirmó que Rusia estaba dispuesta a prestar asistencia humanitaria a Kirguistán. El hombre fuerte de Rusia habló incluso con Otunbayeva.
En Biskek, las autoridades comenzaron a retirar las carcasas de camiones y de coches incendiados en las inmediaciones de la presidencia. Los manifestantes utilizaron estos vehículos como ariete para hacerse con el control de este edificio, centro neurálgico del poder kirguiso.