Eduardo Jiménez E.
Los fanáticos admiradores de Chávez deben estar enfurecidos con lo sucedido en Honduras, no tanto por el derrocamiento de un Presidente elegido democráticamente, sino por la pérdida de otro títere del proyecto bolivariano.
Y deben estar profundamente consternados por lo que la prensa escrita hondureña sostuvo y sostiene. No faltará quien la acuse de ser prensa corrupta, porque al fin y al cabo es parte de la táctica de quienes quieren convertir a Latinoamérica en un gran proyecto totalitario.
Tanto El Heraldo como La Prensa, periódicos hondureños disponibles en línea, desde antes del 28 de junio denunciaban la actitud de Zelaya de incumplir un mandato de la Corte Suprema de Honduras.
En esos dos medios, las columnas de opinión denunciaban el riesgo de la actitud autoritaria y desafiante del Presidente.
No estoy ni voy a estar de acuerdo nunca con deponer un presidente a punta de fusil, como no puedo estar de acuerdo en que a título de presidente se sienta alguien en la capacidad de atropellar toda ley.
En el caso ecuatoriano es clarísimo cómo el presidente Correa ha acaparado todos los poderes en clara actitud antidemocrática, incluso con métodos nada ortodoxos como el recientemente denunciado por su hermano sobre los diputados de los ‘manteles’.
¿Por qué la OEA, Hillary, Lula, Bachelet no dicen nada sobre este atropello en Ecuador?
Hay que respetar la autodeterminación de los pueblos. Si Honduras no quiere a Micheletti, al menos ya tendrán oportunidad en noviembre de expresarse.
Aquí, en cambio, estamos entrampados con el mismo monarca para varios períodos porque se le permitió mangonear el marco legal para llevar el agua a su molino, en compañía de varios dólares en los bolsillos de su familia.