Arrodillado y flores en mano,’Popeye’, otrora brazo armado del barón de la droga colombiano Pablo Escobar, se muestra como un asesino arrepentido durante una entrevista con la AFP ante la tumba del “Patrón” en Medellín, pero sin renegar de su “amigo”.
Liberado el año pasado después de casi 23 años de prisión, ‘Popey’, cuyo verdadero nombre es Jhon Jairo Velásquez, confiesa sin pestañear haber matado con sus propias manos “por lo menos 250 personas, quizás 300” y organizado otras 3 000 muertes.
“A este nivel uno no cuenta más. Yo no hacía una cruz cada vez que mataba a alguien”, remarca este hombre de 53 años de cabello raso y gris, tranquilamente sentado en un banco frente a la oscura lápida donde Escobar reposa desde el 3 de diciembre de 1993, en el cementerio de Itagüí, en una colina de Medellín.
“La guerra fue brutal, del Cartel de Medellín contra el de Cali, contra el Estado, contra los norteamericanos (…) El problema de la guerra es que caen inocentes, señoras en embarazo”, dice.
‘Popeye’ dejó la casa de Escobar una mañana de julio de 1992. Tenía 30 años cuando se entregó a las autoridades. “Estaba enamorado. Quería vivir. Le entregué mi pistola. Nos abrazamos y lo dejé solo” . El capo fue abatido por la policía el 2 de diciembre del siguiente año.
Condenado a 30 años pero liberado el 26 de agosto de 2014 de la cárcel de alta seguridad de Cómbita (departamento de Boyacá, centro), en libertad condicional por 52 meses y 22 días, ‘Popeye’ reconoce haber comandado otras muertes desde su celda.
“En prisión me querían matar”
“En prisión me defendí. Me querían matar, pero yo los mandé matar porque todavía tenía dinero”, afirma el sicario, que luego inició una terapia. “Yo soy un asesino profesional. No soy un psicópata que mata porque no lo puede evitar”, agrega.
Durante ocho años, “con la psicóloga trabajamos sobre mi violencia. Todos los días hacía la lista de todas las groserías que decía a los guardias. Poco a poco, cambié mi forma de pensar, de actuar”.
Del joven ‘Popeye’, que debe su sobrenombre a sus inicios como marino y a un mentón voluminoso que después se operó, no parece quedar hoy sino una admiración sin límites por el ‘Patrón’.
Nacido en el pueblo de Yarumal el 15 de abril de 1962, de un padre ganadero y comerciante, a Popeye de niño no le faltó nada más que “libertad y cariño” . Después la familia se mudó a Medellín.
“Aquí el entorno era muy violento. Un día, cerca de mi casa, mataron a siete personas. Me quedé fascinado con el olor a sangre, a muerte. Me cambió el chip”. Traficante de armas desde el colegio, Popeye se alistó en la escuela de cadetes de la Armada colombiana y después la de la Policía. No eran para él.
“La gente me tiene cariño”
Conoció a Escobar como escolta de una reina de belleza colombiana, a quien acompañó una noche a la casa del capo. “Se acercó para hablarme y me propuso trabajar para él”.
“Pablo Escobar Gaviria era un asesino, un terrorista, un narcotraficante, un secuestrador y un extorsionista pero era mi amigo”, afirma.
“Tenía una cosa que uno no sabe describir, un magnetismo increíble (…) Era exageradamente respetuoso, sobre todo con los más humildes”.
Mientras se excusa para firmar autógrafos en billetes de 2 000 pesos (0,63 dólares) y posa para las fotos que le piden los visitantes a la tumba de Escobar, ‘Popeye’ se regocija de su canal en Youtube, ‘Popeye Arrepentido’ , con más de 2.000 seguidores.
“La gente me tiene cariño, me apoya”, asegura.
El exsicario dice vivir “solo, a la espera de la muerte y buscando una vida lejos del crimen, dentro de la sociedad” y asevera que su gran placer es “ir a la tienda de la esquina, a comprarme una cerveza bien fría”.
“Antes no tenía libertad porque estaba con Pablo Escobar y después en la cárcel. Hoy soy dueño de mi tiempo, de mi vida”, señala.