Y ahora es un video. Lo que le pasa al Gobierno con su obsesión por probar la conspiración para tumbarlo o el intento de magnicidio está llegando a los límites de lo cómico y de lo ridículo.
Hace casi ya siete días, el presidente Correa en una de sus presentaciones sabatinas había aparecido, con tono y gesto de aspirante a capataz en período de prueba, vituperando en contra del coronel César Carrión, entonces director del Hospital de la Policía. Le llamó tipejo y pedazo de majadero porque, según él, había cometido la osadía de contradecir a su jefe en la historia del secuestro. Según Correa, Carrión había tratado de atentar contra su vida colocando un candado en la puerta del hospital.
Pues ahora resulta que un video en YouTube pone en entredicho toda la línea argumental de la tesis según la cual Carrión atentó contra la vida del Presidente. Lo grave es que esa fue, precisamente, la acusación que sirvió para la detención de Carrión, quien deberá estar en la cárcel 90 días.
Si bien el video no prueba la inocencia absoluta de Carrión, porque ningún video es prueba de algo, lo cierto es que en él hay elementos de peso que permiten pensar que no hubo intento de bloquear el acceso al hospital y peor de atentar contra la vida del Mandatario impidiéndole atención médica.
Puede ser que Carrión sea el “angelito” y “cínico”, como Correa lo describió ayer, pero lo que es importante acá es que con su detención, y con otras que se han hecho tras el 30-S, se han confirmado las más pesimistas tesis que señalan que las garantías constitucionales y los derechos civiles que hablan de procesos justos han sido reemplazadas por las secreciones hepáticas que el Presidente tiene cada sábado.