La receta es simple y suena bonito. Si quiero financiar el incremento del bono solidario entonces le resto las utilidades a los banqueros y listo.
Suena tan bonito que se podría pensar, cuando el incremento ya no sea suficiente y haya otras elecciones, en utilizar las utilidades del sector inmobiliario o quizá del hotelero que se apropia de esos lindos paisajes que son de todos.
Y luego ya veremos si, para aumentar el número de beneficiarios, se podría echar mano de las utilidades de las fábricas de cemento o de los medios de comunicación tan corruptos y mentirosos o de los taxistas incluso. Y así hasta que todos tengamos un bono solidario y hayamos logrado construir la sociedad perfecta, donde a nadie le sobre y a nadie le haga falta.
Pero la verdad es que la idea no es de construir la sociedad perfecta ni de mejorar el bono, porque si se pensara en un bono sustentable a nadie se le hubiera ocurrido la absurda idea de financiarlo con un recurso inestable como las utilidades de la banca que un año pueden ser buenas y otras no.
No se trata tampoco de tener un país con menos pobreza porque si de eso se tratara a nadie con un mínimo sentido de responsabilidad se le hubiera ocurrido poner en riesgo la confianza en un sector tan indispensable, como lo demuestra la historia. Lo que realmente está detrás de la oferta del Presidente-candidato es su obsesión por quedarse con el poder a toda costa y aniquilar como sea, sin importarle nada ni nadie, cualquier sombra por más tenue y pequeña que sea que amenace quitarle el poder.