En la sede que Alianza País tiene en la avenida De los Shyris (norte de Quito), el viernes coincidieron dos reuniones. En la planta baja se encontraban las juventudes; en el piso de arriba, el denominado “buró” o Dirección Nacional. En uno y otro piso, pero sobre todo en la planta alta, el tema predominante fue la IV Convención Nacional de esta organización -la más poderosa del país- que se realizará el próximo jueves en Esmeraldas.
Coincidencia o no, es una imagen que revela lo que será esa cita política. En todo el movimiento se habla sobre la necesidad de una reestructuración y modificación de sus estatutos. En algunos sectores de las bases se considera necesario que esta renovación no sea únicamente nominal, sino un verdadero replanteamiento de la organización. Además, demandan que las voces frescas de AP no solamente sean escuchadas sino también partícipes de las decisiones políticas que se tomen hacia adelante.
Casi no hay militante de base que no se queje de lo que ocurrió el 23 de febrero, aunque en rigor el oficialismo no lo admite como una derrota, sino apenas un revés. Pero todos acusan recibo del golpe sufrido, sobre todo la derrota en Quito, en manos de Mauricio Rodas, a quien califican como símbolo principal de la penetración de la derecha en la capital.
Los adversos efectos electorales parecen ensañarse sobre todo contra Galo Mora, el saliente secretario ejecutivo de Alianza País. Con él, la lógica del fútbol se ha impuesto en la política: los resultados desfavorables demandan cambiar el director técnico.
Durante los 42 meses que ha ocupado ese cargo (18 en funciones prorrogadas), cuando AP ganaba elecciones, nadie hablaba de una convención que urgiera renovar la dirigencia. Ahora ni el propio Mora conoce cuál será el futuro político. Y para no perder la metáfora futbolera, en una entrevista de televisión dijo que considerará su participación pero previo a una condición: “Primero que me dejen ver el Mundial”.
Algunos nombres suenan para sucederlo: Doris Soliz es la más opcionada y fue la encargada de la Secretaría mientras Mora estuvo en Europa de vacaciones. También se han mencionado los nombres de los hermanos Patiño, Ricardo y Raúl. Y el viernes, Gustavo Baroja, prefecto de Pichincha, nombró a uno que no constaba en los cálculos iniciales: Fander Falconí, excanciller y exsecretario de la Senplades.
¿Es solo este cambio de nombres lo que garantizará la reestructura del movimiento? Por el momento, aunque muchos, como el mismo Baroja, creen que es necesario convertirse en un partido político, la posición mayoritaria es que se quede como movimiento. Pero en esa condición puede estar su propio problema, como quedó demostrado en la designación de algunos candidatos para las seccionales, que fueron fruto del “sectarismo”, como calificó el mismo Presidente luego de los resultados del 23 de febrero.
En Alianza País, además, hay disparidad de criterios organizativos. Un ejemplo de ello es que la dirección provincial del Guayas está constituida por siete miembros, pero la de Pichincha tiene 67 principales con sus respectivos suplentes, según contó un militante quien pidió la reserva de su nombre.
La distancia entre la cúpula y las bases se ha sentido en lo que es la formación política de la gente. Eso es algo que, para Gastón Bustamante, miembro de la dirección provincial del Guayas, se hace urgente resolver. Pero también considera que hay que hacer una separación entre el Estado y el movimiento. “Consideramos que los ministros no pueden estar en la Dirección Nacional. Hay que separar las dos funciones para que el partido (sic) se fortalezca”.
Bustamante ejemplifica con dos casos: no hubo capacitación a los militantes en temas muy sensibles para el país, como la campaña contra Chevron y la explotación del Yasuní. Fueron decisiones que se tomaron desde el Estado y que luego las socializaron con las bases. Eso significó que les costara, en cuanto a discurso político, que las defendieran con la solidez propia que se supone tiene un partido.
El problema, sostiene Adrián de la Torre, militante de Pichincha, es que la coyuntura hizo que AP se convirtiera en una máquina electoral. En siete años tuvo que afrontar 9 procesos. “Pero se hace necesaria una redefinición del qué, quién y cómo trabajar para tener una estructura orgánica y una política de territorios”.
Una consolidada política territorial es una de las cuentas pendientes del oficialismo como organización política. Luego de esta convención nacional, el siguiente paso para la reestructuración serán las convenciones provinciales. Y es ahí donde volverán a sentirse las secuelas del 23 de febrero. AP vivió “una pugna de poderes y hasta nepotismo”, dice Kevin, quien a sus 17 años forma parte de las juventudes de AP, que ocasionó que el resultado electoral, considérese una victoria o una derrota, no estaba en los planes de Alianza País De lo que nadie duda es que Rafael Correa seguirá como presidente del movimiento. Algunos dirigentes han dicho que lo que se refiere a la reelección como Presidente de la República no está por el momento en agenda, a pesar de que es una propuesta que ronda en A. País.
En contexto
Alianza País realizará la IV convención nacional en Esmeraldas. Es la primera luego del revés sufrido en las elecciones seccionales del 23 de febrero, lo que les obliga a replantearse la política territorial y fortalecer la organización política luego del sectarismo electoral.