El 30 de junio, Édison Fernando Cosíos Pineda cumplió su mayoría de edad (18 años) acostado en una cama. Y como hasta hoy, el joven -que el 15 de septiembre del 2011 cursaba el quinto año en el Colegio Mejía- pasó ese día inconsciente, en coma.
“Nunca más volverá a despertar. Ni a pedirme la bendición”, contó su padre, Manuel Cosíos, en un relato dramático de 46 minutos ante el Sexto Tribunal de Garantías Penales, en la audiencia de juzgamiento del teniente de Policía Hernán S.
Él afronta un juicio por tentativa de asesinato. El fiscal Henry Estrada y el abogado acusador de los Cosíos, Cristian Molina, lo culpan de haber disparado su carabina trufly, que lanza bombas lacrimógenas, en contra de Édison.
Édison Cosíos participaba de una protesta en contra del bachillerato unificado, que es parte de la Ley Orgánica de Educación Intercultural Bilingüe, aprobada por la Asamblea, en febrero del 2011. Luego de clases, a las 13:00, los manifestantes caminaron hacia la av. 10 de Agosto, y ante la respuesta policial volvieron al local del Mejía, en la calle Vargas.
Entre las 16:00 y 17:00 habría ocurrido el terrible incidente, aproximadamente.
El disparo fue directo, sin tomar en cuenta el protocolo de hacerlo inclinando hacia arriba el arma.
Además, se hizo desde el interior del plantel a un grupo de muchachos que – luego de la protesta en contra del bachillerato unificado- corrieron a refugiarse en el estadio. Eso se observa en un video de la noticia pasada esos días por un canal de televisión. Y también en las tomas hechas por un fotógrafo español que cubrió la protesta de los estudiantes del Mejía.
Las fotos fueron presentadas en una pantalla. Se puede ver al oficial ingresando al colegio, traspasando las rejas de color verde, del acceso principal. Hay otro policía detrás de él. Hernán S sube más gradas y atraviesa una pileta.
Llega a un sitio, dentro del establecimiento, que le permite ubicar a los chicos, colocados en una parte baja, en la puerta del estadio. Desde ahí dispara.
Esa versión también la confirmó el ministro del Interior, José Serrano. Fue uno de más de 80 testigos que deberán rendir su declaración en la Corte Nacional de Justicia, en la av. Amazonas y Naciones Unidas, en estos días.
Ayer, el ministro Serrano detalló que el 17 de septiembre del 2011, dos días luego del incidente, el alto Mando de la Policía le entregó un informe del caso. Él indicó que en esa reunión estuvo presente Hernán S. “Le pregunté si había disparado”, apuntó.
Entonces, el teniente acusado se contradijo. Ya no negó la posibilidad, como lo habría hecho el día anterior ante sus superiores.
Al Ministro del Interior le indicó que no lo recordaba debido a la adrenalina del momento. Lo mismo habría respondido el oficial que avanzó detrás de él.
“¿Una piedra puede llegar a causar tanto daño?”, dijo a la sala Manuel, padre de Édison. Esto porque Hernán S. y su defensa manejan la teoría de que no se ha determinado si el chico resultó herido por una bomba lacrimógena o por un objeto contundente. El muchacho ha perdido más del 80% del cerebro. Es alimentado por una sonda cada tres horas. Enfermeras lo cuidan las 24 horas. No tiene esperanza de recuperación. Su madre dejó el trabajo para cambiarle de pañal y de posición, cada dos horas…
Al escuchar eso, Hernán S. dejó de tomar notas. Bajó los brazos y apretó con las manos los soportes de la silla en la que se sentaba.
“Así era mi hijo y así quedó”, dijo el padre, mostrándole fotos a Carlos Borja, presidente del Tribunal. Pidió justicia y acusó al policía.
Cosíos se puso de pie, dejando la silla colocada en medio del auditorio, de frente a los jueces y casi de espaldas a las partes acusadora y acusada. Nuestra vida -prosiguió sollozando- nunca será la misma. Mientras trabaja como chofer de una empresa está pendiente de su celular. Vive intranquilo, presintiendo que le llamarán para comunicarle que su hijo menor ya falleció.