El guión de la opereta protagonizada por el periodista Jorge Gestoso y que tuvo la actuación de Rafael Correa y Julián Assange no puede haber sido escrita sino por quienes están convencidos de que el público está compuesto por idiotas.
Pretender que el público se coma el cuento de que Gestoso iba a conseguir la entrevista con Assange únicamente gracias a sus credenciales de periodista independiente es, sin duda, una burla.
Y si al hecho de que Gestoso es uno de los poquísimos periodistas que ha sido autorizado a entrevistar a Assange, se suma que la agencia gubernamental Andes haya tenido con 12 horas de antelación el resumen de la entrevista, entonces tenemos una trama que insulta a la inteligencia de quienes financian la obra: la sociedad ecuatoriana.
Pero si el argumento es burdo, el operativo para el éxito de la obra es bastante sofisticado y el crédito sin duda es para el departamento de ingeniería propagandística del Gobierno de la revolución ciudadana. Un operativo que se cimenta en el programa de exaltación política y culto personal que Gestoso tiene con Correa en uno de los canales administrados por el Gobierno y cuyo costo no ha sido transparentado por los administradores del canal que debió haber sido vendido.
A la trama también se le puede añadir el salto del ex juez español Baltasar Garzón desde la veeduría de la reforma judicial hecha por Correa, a la defensa del asilado político más famoso de estos tiempos, Julián Assange.
Pocos cabos sueltos para una línea argumental obvia.