Sabe dónde están ubicados los participantes de la contramarcha del Gobierno (El Arbolito y San Francisco). Y conoce del operativo para enfrentar a esta y a la otra movilización, la de la oposición al Gobierno.
Fanny, de 37 años, pide mantener en reserva su apellido porque trabaja en Emaseo. Dice que quienes están encargados de la limpieza de la zona del Centro Histórico ya llevan adelante la estrategia: ir recogiendo la basura apenas sea arrojada. Además para cumplir con esa tarea cuentan con volquetas, tarros de basura y refuerzos.
“El 8 de marzo, la Plaza Grande quedó sucia, sucísima”, recuerda la señora, que tiene cuatro hijos de 17, 16, 12 y 4 años y que lleva la cabeza cubierta con dos gorras, una verde y una tipo sombrero, naranja. Mientras recoge desperdicios en una funda plástica, en los alrededores del coliseo Rumiñahui. Tiene que alzar la voz para ser escuchada porque los frenazos y pitos de los autos y de los buses, más que nada, interrumpen la conversación.
Ella trabaja a contrato, plazo fijo para la empresa municipal, cuenta, por lo que apoya la marcha por la vida. Está de acuerdo con la demanda por estabilidad laboral.
En la zona hay graffiti en contra de la movilización, que salió de Zamora Chinchipe, el 8 de marzo. “Lourdes (Tibán), minería, igual CIA”, que atacan a la legisladora de Pachakutik; “Marcha por la vida, firma la CIA” y otros en contra la prensa: “Los indígenas ya existen para El Comercio y El Universo”.
En el sector de la U. Católica, en la av. 12 de Octubre, a pocas cuadras del parque del Arbolito, donde se ubica la concentración pro Gobierno, también hay varias de estas frases, pintadas. Luego de clases, Karen Alvarado, estudiante de 16 años del Colegio Alfonso Laso, camina por la zona. Está de acuerdo con las marchas de la oposición. “Está mal que el Presidente les quiera dar la contra, eso demuestra que tiene miedo y que quiere ocultar alguien. Debería hablar con un representante para no confrontar y ser civilizados”.
En este mismo sector, Segundo Francisco Tite, de 68 años, revisa los periódicos mientras espera clientes (es lustrabotas). Antes de jubilarse fue policía municipal. Está preocupado por lo que pueda pasar mañana. “Quiero que haya respeto, paz, no sé cómo piensa el presidente (Rafael Correa) sobre esto. Dios no quiera si viniera un familiar mío en las marchas, con los indígenas, qué pasaría”.
Pero las opiniones son muy diferentes dentro del parque El Arbolito, que desde el viernes en la noche aloja a seguidores del presidente Rafael Correa y su régimen. “Le tenemos al duro, no le dejemos salir”, señala bromista Ruth Silva Donoso, de 58 años, cuando el director del Seguro Social, Ramiro González, ingresa a la carpa, en la que pernoctan en la noche y se cubren del sol y la lluvia, en el día. Se toman fotos, sonríen, lo abrazan. Él parece estar a gusto.
Veinte mujeres, que llevan camisetas rojas y boinas con logos del Movimiento Revolucionario Latinoamericano, llegaron a Quito y al Arbolito para ser parte de la vigilia. Donoso cuenta que en total son 60 militantes, pero se concentraron 20 a este parque simbólico, con el objetivo de cuidar lo ganado. “Aquí se toma el poder, se derrota presidentes, eso lo sabe Ecuador, no queremos enfrentamientos con la oposición. Tampoco permitiremos que destruyan este proceso. El proyecto político es América Latina soberana”, sostiene Donoso.
González, consultado por periodistas, dice que llegó al parque a título personal, no a nombre del IESS, para visitar a los compañeros, ver si necesitaban agua o algo.
Señala que van a demostrar que en Quito habrá 80 000 ó 100 000 personas con el Gobierno. Que algunos quisieron utilizar a la Conaie, que ellos claro que escuchaban a los indígenas, pero no a los prefectos Paúl Carrasco y Salvador Quishpe, quienes estaban a favor de implementar el tema minero y ahora que no están con el poder dicen otra cosa.
¿Tienen derecho a llegar a este parque simbólico los participantes de la marcha por la vida? “Por supuesto, pero vamos a ver si tienen espacio, porque vamos a llenar unas 10 plazas de Quito”, indicó entre sonrisas y el apoyo de dirigentes del Seguro Social Campesino.
A unos pasos de González se ubica algiuen que no está ni en la marcha ni en la contramarcha sino en el medio es un colombiano, de 27 años, que ofrece un plato de chaulafán, por un dólar. “No sé quiénes se reúnen aquí, si los de Alianza País o los indígenas”, admite. Para él, que haya trabajo es lo más importante, de eso vive. Por eso hoy dejó su habitual lugar en la avenida del Maestro y La Prensa, en busca de multitud y por tanto de clientela, que le hiciera el gasto.