Auki Tituaña, calzando tenis blancos, escuchó la alerta ubicado en la primera fila de la concentración. Estaba junto a Mae Montaño, quien encabeza la lista de asambleístas nacionales. Se dio vuelta y, de frente a la gente, apurado, con ambas manos, les hizo el ademán de mover las banderas, sin parar, para recibir a Guillermo Lasso.
El rumor de que ya llegó se extiendió entre quienes esperaban desde las 14:00 frente al Colegio Nacional Ibarra, el viernes pasado. Eran las 15:23 y los detalles parecían haber sido estudiados.
La directiva local de Creo recomendaba que solo los adultos fueran caminando, los niños debían mantenerse en los vehículos.
Fernando Sempértegui, hombre alto y corpulento, daba indicaciones a los periodistas de radio y camarógrafos. “Ubícate por acá (a los lados) papá, por favor. Nadie puede ir delante del candidato”.
Para entonces, junto a una camioneta, los miembros de Alfa, el equipo de avanzada de la campaña de Creo en la Sierra, habían distribuido camisetas, gorras y banderines. En la Costa se mueven Los Beta. Marcelo Segura, de 25 años, confirmó que son exploradores, que llegan a la ruta trazada con una o dos semanas de anticipación para revisar cuántas cuadras recorrerán, medir el nivel del tráfico… Ellos saben cuándo poner a la gente entre los carros de las ciudades. Y si su caravana se toma un carril, como el sur-norte, el martes pasado, en Quito, en la 10 de Agosto, Amazonas, Naciones Unidas y Shyris, cuidan a los participantes. Hacen de semáforo.
Pero el viernes, en Ibarra, la ciudadanía rompió filas y todas las reglas. Se arremolinó alrededor de una van Mercedes Benz Sprinter, con aire acondicionado, en la que el binomio y sus cercanos se transportan cuando las rutas son cortas.
Si deben cubrir trayectos largos van en una avioneta de seis puestos, comprada para la campaña.
“¡Creoooo, ya viene el otro Ecuador!”, se escuchó segundos antes desde los parlantes de un cuatro por cuatro Toyota Hilux, uno de los dos autos que escoltaba a la van.
Nadie oyó a los organizadores, ya estaban cerca de Lasso, quien descendió del vehículo con un gesto de sorpresa. Los candidatos de Creo vivieron sus 15 minutos de fama, como lo reconocería su compañero de fórmula, Juan Carlos Solines, el martes pasado, añadiendo que todo se debe a que ya están en la segunda vuelta. El sábado, él no logró mantener en brazos al menor de sus tres hijos, de 4 años, quien acudió con su madre Carmen. Todos buscaban acercarse a él y a Lasso. Los cercaron.
Una mujer en jeans y camisa blanca chocó palmas con Mae Montaño. No quiso identificarse, dijo que es empleada pública y que ya ha tenido problemas por su línea política. Sonreía nerviosa, conversaba casi corriendo detrás de los partidarios de Creo.
Ha visto varios recorridos de los políticos pasar en las últimas semanas. Por eso no dejó de llamarle la atención el entusiasmo que despertó el binomio, tomando en cuenta que una imbabureña va a la cabeza de la lista de asambleístas nacionales de Alianza País. “Que pase adelante Mao”, pidieron a través de un megáfono. En el trajín, la candidata fue empujada hacia la mitad del grupo. “No se necesita decir nada sobre cómo nos ha ido, vea eso”, respondió con entusiasmo.
El pregonero del ‘cambio’
A las 15:35, al estilo de un antiguo pregonero, el ex presidente del Banco de Guayaquil, sostuvo un micrófono inalámbrico. Y empezó su tarea: “Les saluda Guillermo Lasso, un abrazo a todos los imbabureños. Mucho gusto. He venido a traer un mensaje de cambio y esperanza. El próximo 17 de febrero tendremos la oportunidad… Tomar cafecito, salir temprano a votar y rayar todo 21”.
Avanzó pese a los empujones. Se ha acostumbrado a ello. Cuando el camino se estrechaba y perdía contacto con su esposa María de Lourdes, Lasso extendía el brazo derecho y estiraba la mano de su mujer como si fuera de goma, hasta traerla de regreso. Con la izquierda agarraba el micrófono. Pese a ser más bajo que Solines, sus pasos eran más largos.
Aída Lara, de 74 años, vive en el sur de Ibarra, pero se trasladó al centro por el ‘meeting’. Aplaudió. “Aquí está la encuesta del imbabureño”, se oyó decir orgulloso a Lasso. Recordó que lo acompañaba Solines, a quien las señoras llamaron Señor Vicepresidente. Los dos han desarrollado empatía. Lasso lució incansable, recorre 10 kilómetros a pie, en la Costa. Su esposa dice que adelgazó cinco libras.
En Ibarra se movió atento a las señales que aparecían en el trayecto, para abordar a la gente. “Un saludo a los amigos de Farmacia Economía… Muebles Aguilar… ”, indicó leyendo los rótulos de los negocios. Y los dependientes y los vecinos que lo miraron desde puertas y balcones, respondieron al gesto moviéndole las manos. Y tomándole fotos con el celular.
“Los maestros volverán al horario pedagógico. No serán llamados más ‘tira piedras’; vamos a devolver las libertades, desde la pequeñita como la de tomar una cerveza el domingo, si les place”. Y un señor ironizó: “Vivan los borrachos”.
Victoria Rojas, de 57 años, se encontró con Lasso y recibió su abrazo. Se sentía como quinceañera. Después de la hazaña, parecía haber quedado sumergida en una ola, daba vueltas para evitar choques, hasta que llegó a salvo a la vereda. Unos pasos más allá, la vendedora de un almacén de electrodomésticos movió una bandera de A. País. “Tengo prohibido hablar”, respondió, mientras los de Creo, que cargaban banderas más grandes, la enfrentaron en una pequeña guerra de quién agita las telas más rápido. No pasó a mayores.
La euforia de Imbabura no se sintió en Quito el martes 29 de enero. Allí, el copiloto de un auto Mitsubishi en movimiento, sosteniéndose de la puerta, sacó la cabeza y apuntándole con el dedo le gritó a Lasso: ¡Correa, Correa! Eso no ocurrió en Ibarra. Allí la caravana solo sufrió un contratiempo, cambió de dirección, en la calle Simón Bolívar pues una camioneta de la Secretaría Nacional del Agua, le impidió el paso.
En algunas casas, ambos movimientos comparten espacios, como en la calle Pedro Moncayo, donde se observó pósteres con caras de Lasso y su candidato a asambleísta Edwin Toaquiza, junto al de Correa y la ibarreña Silvia Salgado.
La gente llegó a la estación del ferrocarril. Se movió con el ritmo de “vota por quién, vota por Lasso”, adaptación del “levanten los brazos”, del tema Wachi Turro.
“Las mujeres guapas votan por Guillermo Lasso”, le dijo casi al oído a un grupo de chicas Milton Manotoa, médico general, que salió del Hospital El Corazón, en Cotopaxi, en comisión de servicios sin sueldo, para apoyar a Creo.
Con chaqueta y corbata se aproximaba a los ciudadanos y se comprometía a llevarlos hasta el candidato presidencial, quien les estrechó la mano y posó para las fotos que subirán al Facebook.
El estratega español
Horas más tarde, en Otavalo, Lasso les habló de su plan de contratar a 20 000 policías, en los que se incluirá a otavaleños “que podrán llevar su guango”. También se refirió a Correa como el prepotente.
Así prometió derogar el Decreto 813 y restituir a los servidores públicos que firmaron su renuncia obligatoria, tal vez siguiendo los consejos de uno de sus estrategas políticos, el español Antonio Sola, llamado el ‘rey de la guerra sucia’, pues es experto en campaña de contrastes. Asesoró a ex presidentes como el mexicano Felipe Calderón y al español José María Aznar. Sola se casó con Susana González (Madera de Guerrero).
Él acompaña a Lasso en varios eventos. Cuando están en Quito se hospedan en el Hotel Marriott. En ciudades pequeñas, cuentan, se quedan en hoteles modestos.
Lasso dijo en la tarima de Otavalo que es banquero, pero recordó que él ejerció su oficio sin adulterar títulos. El público lo escuchó, en la Plaza de los Ponchos. Y cuando se despidió lo esperó al pie de la van. Querían tocarlo, abrazarlo…