Entrevista a José laso, catedrático de la Universidad Andina. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Hemos visto al Presidente enredarse en una disputa con su homólogo de Argentina, al líder de la Conaie despotricando contra la gente de su movimiento, y la campaña sucia en las redes en el balotaje. ¿Por qué Ecuador está sumido en esa violencia verbal?
A veces no le damos importancia al lenguaje. Siempre se ha pensado que el lenguaje, el discurso como pensamiento, trae reacciones porque como dicen los lingüistas tiene un nivel performativo, pues denota acción. No son simples palabras que se lleva el viento. Todo uso del lenguaje tiene que pasar por una cierta conciencia ética, de lo contrario genera un ambiente de violencia que no solo se queda en el discurso, sino que repercute en acciones y en una ecología de violencia y de confrontación permanente.
¿Estamos hablando entonces de un problema contemporáneo?
Partiendo del hecho de que el uso de las palabras no es inocente, me permito creer que eso es un problema contemporáneo muy serio. Las palabras están cargadas de una profundidad histórica y social, por lo que puede crear un clima grave de violencia de la que muy pocos sacan partido. En lo inmediato, ese uso agresivo del lenguaje acarrea problemas graves como lo que ha pasado entre el Gobierno de Ecuador y Argentina. Si eso ocurre a escala de gobierno, imagine lo que sucede entre la gente, ahora que las redes sociales se han generalizado. Lo macro genera un ambiente de exacerbación en el resto de la sociedad que ahora está conectada en las redes sociales.
¿Qué tanto tienen que ver las redes sociales en esta dinámica?
Es importante decir que tampoco hay que tener una visión apocalíptica sobre el uso de las redes sociales. Las redes sociales, sobre todo en estos momentos de pandemia, han sido un laboratorio fundamental para la vida cotidiana.
Pero hay que matizar también que las redes sociales son parte de este mundo cibernético, virtual, y tienen el peligro de hacernos creer que no tienen nada que ver con las relaciones sociales de la presencialidad, del frente a frente, y que por eso se puede decir cualquier cosa y no se miden las consecuencias, como sí se lo hace en los encuentros reales con las personas, porque la interacción personal siempre está cargada de un compromiso vital, por la cotidianidad. En las redes, al haber esa creencia de que se está fuera de la realidad, se puede pensar que se actúa fuera de las dimensiones éticas, sociales y de compromiso que tiene toda comunicación.
¿Y cuánto marcan la política y las fuerzas sociales en disputa esta exacerbación del lenguaje violento en el país?
Una de las características del populismo es el uso indigno de la palabra. De considerar al otro como enemigo, no solo como un adversario político, sino como un enemigo. El populismo tiene una retórica específica, cargada de burla, de sátira, de odio, y eso desvirtúa a la política porque esa retórica no permite pensar ni discutir los problemas en profundidad, sino solo tratarlos superficialmente a través de promesas y ataques al otro. Sobre este tema , Carlos de la Torre ha hecho unos magníficos estudios sobre el discurso populista en el Ecuador.
¿Qué tienen que hacer las sociedades para revalorizar esta carga tan simbólica de las palabras?
Esto tiene que ver con una forma de educación bastante más analítica, bastante más racional, porque es evidente que la política genera pasiones y no se puede quitar esa dimensión afectiva y pragmática que tiene el lenguaje. Entonces, todo debe aproximarse a la racionalidad, sin que eso niegue la afectividad. Desde la escuela se debe hacer efectiva esa diferenciación, que hay que tener menos del mundo de la retórica y acercarse más a las dimensiones racionales del lenguaje.
¿El valor pragmático de la palabra violenta al parecer está subvalorado?
La escuela de Palo Alto (California) trabajó mucho sobre el valor pragmático de la palabra. Ellos decían que la palabra está cargada de varios sentidos y eso determina cómo debe entenderse un mensaje. Si las élites cargan a la palabra de agresividad, de furia, de violencia, entonces eso se va normalizando como un sistema, se normaliza como un uso apropiado de la palabra. Hay ciertas sociedades que tienen un uso menos pasional del lenguaje del que tenemos nosotros, creo que tenemos que ser conscientes de ese uso pragmático del lenguaje para no cargarlo de esos sentimientos negativos que se reproducen en la sociedad, como si fuera algo natural.
Incluso las sociedades herméticas y los estudiosos de la teología ven en la palabra, el verbo, una dimensión creativa…
La palabra tiene una dimensión profunda e histórica. La única manera de revitalizarla es estudiarla y tener claros sus usos y saberes y cómo genera más dimensiones… La violencia es una de ellas. La violencia verbal genera otro tipo de dimensiones de las que no somos conscientes, por su valor performativo y creativo.
Hoja de vida.
José Laso Rivadeneira
(Quito, 1939)
Licenciado en Literatura Clásica, Licenciado en Filosofía, y Doctor en Literatura, por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Posgrado en Comunicación Social por la Université Catholique de Louvain.
Fue director del Área de Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, donde es catedrático de mediaciones y usos sociales de la comunicación social. Fue articulista y Defensor del lector del extinto diario Hoy.