Los archivos de los medios nacionales -y de los organismos internacionales- están repletos de los innumerables insultos del presidente Correa a lo largo de su mandato. Nada de eso, sin embargo, impidió que fuera él quien planteara una querella criminal, a título personal, en defensa de su honor, con unas exigencias desmesuradas.
En su defensa, Correa argumentó, el lunes, que los hombres públicos son también seres humanos, ciudadanos, esposos, padres de familia y tienen derecho a su honra. Hasta se podría pensar que estas reflexiones que motivaron el juicio a El Universo son recientes y por tanto no aplican al pasado de insultos a medios y periodistas por parte del Presidente. Pero este tildó hace muy poco al querellado Emilio Palacio de “perrito rabioso”, en consonancia con la teoría de sus abogados, quienes comparan la corresponsabilidad de los directores del periódico con la de los dueños de un animal que cause daño.
Como para sellar el argumento de “humanización” de la relación poder-medios, Correa celebró su inicial triunfo jurídico con esta sentencia: “La diferencia es que no solo se sanciona a los payasitos (se supone que se refiere a periodistas y articulistas), sino al dueño del circo”.
El Presidente hace bien en defender su honra, a condición de no olvidar la ajena , sobre todo cuando su posición lo pone en ventaja sobre el resto de ciudadanos. Cabe preguntar cómo piensa aplicar la normativa que quiere aprobar el oficialismo en la Asamblea para controlar a los medios privados, al mencionar entre los contenidos que deben ser regulados los que denigran la condición de las personas. Y cómo acogerá la propuesta opositora de despenalizar la figura del desacato.
El Gobierno está muy preocupado por explicar externamente el fallo en defensa del honor presidencial, pero más fácil le resultaría guardar internamente coherencia en su ejercicio diario de la política.