Las medidas económicas de cuño “neoliberal” tomadas en Bolivia ponen bajo la lupa al bloque regional autoidentificado con el socialismo. Más cuando ocurren en un momento en que el Gobierno cubano se esfuerza por sacar a flote la economía, asimismo con medidas que se alejan de la ortodoxia que ha dominado durante cinco décadas la política de la isla.
En Venezuela, el Gobierno se vio en la necesidad de tensar aún más la cuerda para enfrentar un 2011 en el cual ya no contará con una amplia mayoría en la Asamblea. En Ecuador, el Gobierno debe superar la crisis institucional que reveló la insubordinación del 30 de septiembre, aunque es claro que la popularidad presidencial y los ingresos petroleros seguirán moviendo la llamada revolución.
Esta constatación sucede a pocas semanas de un foro internacional en Quito, donde se habló de la hegemonía regional de la izquierda y se discutieron maneras de alcanzar el objetivo -harto difícil- de prolongar la tendencia política más allá de los caudillos.
La evaluación en Quito tiene un lado bueno: después del ejercicio real en estos años, los socialistas de la región ya no podrán decir que no han ejercido el poder plenamente, y tendrán que exhibir resultados en esa medida.
El lado malo es que la excesiva ideologización no solo crea graves desfases entre la teoría y la práctica, sino que la mayoría de las veces descoloca a sus actores dentro de un mundo globalizado en el cual los países exitosos se mueven, en última instancia, en función de los intereses de sus pueblos y no de proclamas.