El analista Sebastián Mantilla reflexiona sobre si en verdad la cúpula indígena puede liderar una agenda nacional.
Su experiencia. Director de Investigaciones del Centro Latinoamericano de Estudios Políticos e investigador asociado del Centre d’Etudes et de Recherches Internationales de Francia.
Tras la jornada de movilización de este mes, ¿hay el escenario propicio para un proceso de diálogo entre el Gobierno y los grupos sociales?
No lo creo. El Presidente insiste en sus postulados, así como en su actitud de descalificación a movilizaciones legítimas. Aunque hay que ver cómo se decanta la coyuntura en los siguientes días.
¿Un Gobierno socialista cerrado a dialogar con actores de su tendencia política?
La propuesta del movimiento indígena y de otros sectores es amplia y nacional. El hecho de plantear la marcha en defensa de la vida, del agua y de la dignidad, permite que el diálogo vaya a sectores más amplios. El punto es saber si los planteamientos del movimiento indígena pueden ser aceptados por el Gobierno.
¿Por qué el Gobierno se resiste a revisar sus posturas?
Porque el Gobierno insiste en ir a la era minera de gran escala. En la práctica esa medida trae polarización y conflicto entre los actores. Entonces se vuelve en un tema no negociable, al igual que los despedidos en el sector público e incluso la ley de medios. Por eso, un diálogo solo luce posible a través de la presión…
¿La Conaie es el interlocutor idóneo para hablar con el Gobierno sobre esta agenda?
Creo que sí. Hay que entender la situación en su contexto. Desde hace cinco años, el Gobierno ha querido neutralizar a toda organización social. Pero con la marcha de marzo se dio paso a una rearticulación, donde varias fuerzas se unen. Y, de alguna manera, plantean una agenda nacional.
¿En verdad cree que la dirigencia de la Conaie puede tomar estos temas y sentarse a dialogar a nombre del resto de la sociedad?
Al parecer sí, porque se ve una maduración de la dirigencia indígena. Ellos ven que solos no van a conseguir sus objetivos y que es necesario juntarse a otros sectores . Por eso es posible que se tejan nuevos vínculos. La Conaie tiene un capital importante que puede convertirlo de nuevo en un interlocutor político clave.
¿La Conaie puede hablar de libre expresión cuando en su manifiesto cargó contra los medios privados?
Está por verse. Para ellos hay temas con mayor prioridad como el ambiente y los recursos mineros, antes que las libertades. Sin embargo, otros sectores y partidos de izquierda están retomando la defensa de las libertades y ven que es un asunto fundamental. Es importante fortalecer la institucionalización y la democracia.
¿Qué implicaciones tiene esa defensa a la democracia?
Un trabajo por los derechos y por las libertades. Democracia sin libertad no es democracia.
La Conaie no tiene precisamente credenciales de respeto a la institucionalidad.
Ese es su desafío. No creo que las cosas estén dadas y que los actores políticos tengan agendas que no cambien. Si la Conaie quiere alcanzar sus objetivos tiene que seguir liderando y fortaleciendo una agenda de país.
¿Una Conaie con una visión más incluyente?
Veo un cambio de actitud en el actual momento político, ante la concentración de poder del Ejecutivo. Todos los sectores deben ceder posiciones y unirse alrededor de los grandes temas nacionales planteados en la marcha. Hay que ver hasta qué punto esta dirigencia indígena tiene la suficiente madurez para comprender el momento histórico.
¿Qué demanda ese momento histórico?
Es un momento de buscar puntos de encuentro, en lugar de diferencias. Adoptar posturas sectarias como las del pasado -cuestionando a otros sectores- hará que la marcha no consiga sus objetivos trazados. La Conaie tiene una oportunidad histórica de seguir con su lucha por conseguir sus derechos y de las libertades.